Calabuch

Sobre contrabando, cohetes y libertad

Por Emiliano Fernández

Calabuch (1956) forma parte de ese conjunto de películas de Luis García Berlanga que no están a la altura de sus obras maestras y/ o films más memorables, sobre todo Bienvenido, Mister Marshall (1953), Plácido (1961), El Verdugo (1963), Tamaño Natural (Grandeur Nature, 1973), La Escopeta Nacional (1978) y aquellas dos secuelas, Patrimonio Nacional (1981) y Nacional III (1982), La Vaquilla (1985) y Todos a la Cárcel (1993), nos referimos a trabajos que van desde lo interesante, en línea con Esa Pareja Feliz (1951) y Los Jueves, Milagro (1957), pasan por lo apenas correcto según los cánones de su tiempo, pensemos en Novio a la Vista (1954) y ¡Vivan los Novios! (1970), y llegan a lo directamente fallido o más bien pobretón, como por ejemplo la coproducción con Argentina Las Pirañas (1967) y las ya tardías Moros y Cristianos (1987) y París-Tombuctú (1999), ésta su “canto del cisne” antes de fallecer por causas naturales en 2010 a los 89 años. Calabuch, ubicada entre Novio a la Vista, una simpática comedia del corazón con toques irónicos, y Los Jueves, Milagro, propuesta admirable aunque evidentemente malograda por la intervención de la censura franquista durante la producción y el montaje en función de la temática candente del film, nada menos que el cristianismo popular y la dialéctica de los milagros falaces, en sí le debe mucho a la otra parodia crucial de la época de Berlanga de resonancias corales y también acerca de un pueblito algo mucho naif, Bienvenido, Mister Marshall, la ópera prima en solitario del legendario realizador y guionista valenciano porque Esa Pareja Feliz, su debut en el campo del largometraje vía una sátira del paso de la España tradicional campestre al boom consumista de los grandes centros urbanos de los 50 y 60, fue codirigida por Juan Antonio Bardem, a su vez un cineasta que pronto alcanzaría un enorme renombre local e internacional especialmente gracias a Muerte de un Ciclista (1955) y Calle Mayor (1956).

 

Lejos del tono mordaz a toda pompa y en ocasiones surrealista por el que sería conocido a futuro, Berlanga en el film que nos ocupa opta por una suerte de costumbrismo entrañable pero también sutilmente cáustico que en términos prácticos parece una solución negociada o punto intermedio entre el sustrato corrosivo explícito de El Verdugo, Plácido y la misma Bienvenido, Mister Marshall, por un lado, ejemplo de un doble sentido bien hiriente que desarmaba el conservadurismo, estupidez e hipocresía de la dictadura en el poder, y el tono narrativo promedio del cine hiper masivo de aquella etapa, por el otro lado, uno sin dudas mayormente simplón y mojigato porque reproducía los valores del franquismo y su fetiche en verdad maniático para con el catolicismo, el anticomunismo y un fascismo de apertura capitalista progresiva en consonancia con ese abandono del proteccionismo económico inicial y la llegada de los capitales extranjeros. Calabuch incluso comparte con Bienvenido, Mister Marshall un catalizador de impronta ambiciosa y global, correspondiente a la par a la Guerra Fría y a los primeros años del período de incertidumbre posterior a la Segunda Guerra Mundial: un físico de fama mundial vinculado a las bombas atómicas, el Profesor Jorge Serra Hamilton (último trabajo del mítico Edmund Gwenn, magnífico actor británico que colaboró con Alfred Hitchcock, Gordon Douglas y George Seaton y aquí es doblado por Eduardo Calvo), desaparece en un viaje en barco desde Nueva York a una base secreta del Mediterráneo y los gobiernos de los distintos países, en plena carrera armamentista, ofrecen una recompensa para quien aporte datos para hallarlo sin saber que el señor se bajó en España y terminó en el pueblito del título, uno muy diminuto con apariencia de fortaleza medieval y apenas 928 habitantes, lugar en el que Serra Hamilton se enamora no sólo de la paz del cielo y el mar sino de esos seres humanos que allí viven, trabajan y pasan el tiempo.

 

Como en gran parte de la filmografía de Berlanga, el relato posee fuertes características de odisea en mosaico y nos va presentando a la colección de criaturas de Calabuch cual utopía neorrealista cargada de un sarcasmo que enfatiza la pugna entre el sol del verano y el frío tétrico del invierno, como la Señorita Eloisa (Valentina Cortese), la maestra del lugar, Don Ramón (un siempre genial José Isbert), el encargado del faro, Felipe (Manolo García), un niño que ayuda al avejentado Ramón, Vicente (Manuel Alexandre), un insólito y lentísimo pintor especializado en letras, Don Félix (Félix Fernández), ese cura fanático del ajedrez, Crescencio (Francisco Bernal), el infaltable cartero, Andrés (Nicolás D. Perchicot), un especialista en fuegos artificiales, Matías (Juan Calvo), el jefe de la mínima división de gendarmería del enclave, Teresa (María Vico), la hija del anterior, Juan (Mario Berriatúa), el novio desempleado de Teresa y rechazado por Matías, Fermín (Pedro Beltrán), el otro esbirro de gendarmería y un sutil admirador de Napoleón Bonaparte, y sobre todo Langosta (Franco Fabrizi), el principal responsable de introducir mercancía de contrabando por mar, como cigarrillos y alcohol, aunque asimismo el trompetista de la banda local, el encargado del mantenimiento y arreglos de Calabuch y el proyectorista de una sala cinematográfica improvisada. Este dejo polirubro de Langosta lo acerca a su compinche por antonomasia, el vagabundo Jorge, a quien hace pasar por su tío y con quien convive en la prisión de Matías durante las noches ya que en lo que atañe al día el capo de los gendarmes no tiene problema alguno en eso de dejarlos libres porque sin ambos el pueblo no existiría, en este sentido conviene tener presente que Serra Hamilton empieza a trabajar en la escuela de Eloisa, en tareas de jardinería y limpieza, y con Andrés en la fabricación de cohetes para ganarle a los vecinos de Guardamar en un concurso anual con motivo de las próximas fiestas patronales.

 

Berlanga esquiva la censura imperante con astucia y siendo muy leve en el arte de señalar el hermetismo económico, comunal y fundamentalista cristiano de España, de allí que los fetiches paradigmáticos del pueblo sean el contrabando, léase el apego hacia lo prohibido o inaccesible, las atracciones sencillas en sintonía con los fuegos artificiales y una corrida de toros ultra farsesca, protagonizada por Cucherito (José Luis Ozores) y su querido animal Boca Negra, y unas rivalidades bien infantiles como aquella colectiva con Guardamar y la protagonizada por el cura y Don Ramón en materia de sus partidas telefónicas de ajedrez. Desde la maestra reprimida sexual, esa Eloisa silente enamorada de Langosta, pasando por la mediocridad artística de Vicente, quien de todos modos tiene un ego muy inflado, hasta la afable inoperancia de Matías, quien se hace el duro pero es uno de los más sensatos del pueblo porque decide no denunciar a Jorge cuando descubre su identidad real, la propuesta no sólo analiza las muchas contradicciones sociales y subraya la necesidad de la picardía para sobrevivir a diario, simbolizada en Langosta, sino que además explora la oposición entre la mirada de los habitantes del pueblo, no conscientes de la ingenuidad y tranquilidad absoluta en la que viven y muchas veces sintiéndose atrapados, y la perspectiva de Serra Hamilton, quien disfruta la libertad de fondo y el hecho de que allí sus conocimientos sean utilizados para la alegría, los cohetes, y no para esas armas nucleares que lo llevaron al colapso moral, un genio a lo Albert Einstein que no perdió su dimensión humana y niega la tecnocracia futura de los burócratas automatizados de la cleptocracia del despojo capitalista estatal y privado. Esta celebración de la sinceridad, vocación y falta de malicia del pueblo choca en última instancia con el quid moderno y por ello el remate implica el triste regreso de Jorge a la razón instrumental vía su entrega sin lucha a los militares que lo reclaman…

 

Calabuch (España/ Italia, 1956)

Dirección: Luis García Berlanga. Guión: Luis García Berlanga, Leonardo Martín, Florentino Soria y Ennio Flaiano. Elenco: Edmund Gwenn, Franco Fabrizi, Valentina Cortese, Juan Calvo, José Isbert, Manuel Alexandre, Félix Fernández, Nicolás D. Perchicot, Mario Berriatúa, Francisco Bernal. Producción: José Luis Jerez Aloza. Duración: 101 minutos.

Puntaje: 8