La mayoría del público se sorprenderá con A Medianoche con el Diablo (Late Night with the Devil, 2023), película de los hermanos australianos Cameron y Colin Cairnes, aunque por el motivo equivocado ya que interpretará al film como una propuesta novedosa de lleno o quizás como una imaginativa reformulación de aquellos latiguillos del mockumentary o falso documental, lectura que pasa por alto el hecho de que la odisea de los directores y guionistas está evidentemente inspirada por un lado en dos convites en concreto de terror, Historia de lo Oculto (2020), obra del argentino Cristian Ponce que unificaba brujería y conspiraciones gubernamentales, y Ghostwatch (1992), una película televisiva dirigida por Lesley Manning y escrita por Stephen Volk que recuperaba los recursos del gótico de casas embrujadas, y por el otro lado en la vertiente narrativa en general que aquí nos ocupa, una centrada en una ficción disfrazada de show/ noticiero/ magazine de TV y a su vez vinculada con la legendaria reinterpretación radial de 1938 a cargo de Orson Welles de The War of the Worlds (1898), la novela de H.G. Wells, esquema que suele generar pánico masivo, ya que al pueblo le cuesta muchísimo distinguir la patraña de la verdad o el relato de la praxis cotidiana, y que en términos ya estrictamente cinematográficos se remonta al “mondo” o documental de idiosincrasia exploitation de Mondo Cane (1962), archiconocido trabajo de los italianos Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi, y al seudo documental apocalíptico y también siempre polémico de The War Game (1966), del cineasta británico Peter Watkins, para después saltar a diversas películas televisivas como por ejemplo dos dípticos, el ochentoso nuclear de Special Bulletin (1983), de Edward Zwick, y Countdown to Looking Glass (1984), de Fred Barzyk, y el noventoso paranormal/ fantástico de la citada Ghostwatch y Without Warning (1994), de Robert Iscove, entre otras faenas mucho menos conocidas que recuperaron el dispositivo retórico de manera parcial o en todo su esplendor mitómano y repleto de baches, de esos que rompen la pretensión verista a pura impostación.
El verdadero “factor sorpresa” detrás de A Medianoche con el Diablo en realidad es mucho más mundano o terrenal porque tiene que ver con la buena calidad del film en su conjunto y lo entretenido que resulta en sus 93 minutos, duración justa a la que no le sobra ni le falta nada, si lo comparamos con la bazofia promedio del mainstream e indie del Siglo XXI del gremio del terror y especialmente con las dos epopeyas previas de estos mismos Cairnes, las paupérrimas -o si queremos ser piadosos, fallidas- 100 Bloody Acres (2012) y Scare Campaign (2016), un par de bodrios que los obligaron a volcarse al verdadero eje de su trayectoria hasta este momento, los encargos para la televisión australiana, y en esencia a esperar siete largos años hasta que todos se olvidasen de los traspiés, la primera propuesta una comedia de horror que remitía sin medias tintas a Tucker and Dale vs. Evil (2010), de Eli Craig, y a aquella franquicia que empezase con Wolf Creek (2005), de Greg McLean, y la segunda un slasher que refritaba pivotes cruciales del cine snuff, el porno de torturas y sobre todo el mockumentary modelo hollywoodense, amén de que en algún punto -a escala espiritual, fundamentalmente- funcionaba de ensayo implícito general para A Medianoche con el Diablo por su condición de primera aproximación por parte de los realizadores al ardid narrativo de un programa de la caja boba que se va al demonio de modo progresivo, recurso que como decíamos con anterioridad sería retomado y perfeccionado en la tercera aventura para el séptimo arte de los dos hermanos, ahora muy preocupados por recuperar primero la versión acartonada pero nihilista de los años 70 de ese programa de medianoche o “late night show” que tanto adoran en yanquilandia, con foco en el ignoto The Don Lane Show (1975-1983) de la televisión de Australia, y segundo determinadas figuras bizarras de la época como Anton Szandor LaVey, el fundador de la Iglesia de Satán (Church of Satan), o James Randi, un ex mago canadiense que se dedicó a desenmascarar fraudes y montajes sobrenaturales del montón de médiums, espiritistas, videntes, hechiceros y hasta científicos.
Luego de un prólogo de tipo documental que aclara que el protagonista es Jack Delroy (el perfecto David Dastmalchian, socio recurrente de Christopher Nolan y Denis Villeneuve), un locutor de Chicago símil Don Lane que muta en celebridad gracias a su programa de variedades Búhos Nocturnos (Night Owls), aunque nunca sobrepasa en rating al líder de los late night shows estadounidenses, The Tonight Show Starring Johnny Carson (1962-1992), y para colmo su esposa fallece de cáncer de pulmón sin ser fumadora, la popular actriz Madeleine Piper (Georgina Haig), el resto simula ser un caso de metraje encontrado o found footage cual edición del show real en vivo -color- y el backstage -blanco y negro- de la trágica transmisión del 31 de octubre de 1977, correspondiente a Halloween, de Búhos Nocturnos por esa cadena nacional UBC que por supuesto se parece a la ABC, programa dedicado a la controversia vía el ocultismo porque Delroy y su productor, el desalmado Leo Fiske (Josh Quong Tart), necesitan sí o sí levantar los niveles de audiencia para seguir al aire de lunes a viernes a la medianoche. Los invitados son Christou, un psíquico que se contacta brevemente con la esposa del conductor y muere después de vomitar una sustancia negruzca, el ex mago y hoy escéptico profesional Carmichael Haig, el Conjurador (Ian Bliss), claro duplicado de Randi que rechaza con vehemencia todo lo metafísico e incluso hipnotiza al músico/ compinche oficial de Búhos Nocturnos, un tal Gus McConnell (Rhys Auteri) que gusta de experimentar con un theremín, y finalmente la parapsicóloga June Ross-Mitchell (Laura Gordon), amante en secreto de Jack y tutora de su objeto de estudio en el libro Conversaciones con el Diablo (Conversations with the Devil), Lilly (Ingrid Torelli), una joven de 13 años que fue la única sobreviviente de un suicidio colectivo con gasolina de un culto que veneraba a Abraxas y estaba liderado por un chiflado a lo LaVey adepto a los sacrificios de menores de edad llamado Szandor D’Abo (Steve Mouzakis), el cual por cierto la dejó bajo la influencia de una cruel entidad, el Sr. Meneos (Mr. Wriggles).
Ubicada a mitad de camino entre el mondo/ shockumentary y el docudrama esotérico o paranormal del nuevo milenio pero sin caer en ninguna clase de ortodoxia en su enfoque, A Medianoche con el Diablo tampoco se priva de jugar con un popurrí de estereotipos harto trabajados, pensemos en luces que se apagan o explotan, traumas negados, algún que otro fantasma, el infaltable vómito y la nenita tenebrosa a lo Regan MacNeil (Linda Blair) de The Exorcist (1973), de William Friedkin, una invocación demoníaca con levitación, la hipnosis sobre el creyente, Gus, y esa secta de ricachones satanistas de California a la que pertenece Delroy, La Arboleda (The Grove), o de incluir pinceladas de Carrie (1976), de Brian De Palma, Poltergeist (1982), de Tobe Hooper, The Entity (1982), de Sidney J. Furie, y The Thing (1982), de John Carpenter, además de una sequedad expositiva digna de The Texas Chainsaw Massacre (1974), de Hooper, y aquella introducción ampulosa inspirada en un mondo yanqui muy poco visto por fuera del ecosistema anglosajón, The Killing of America (1981), de Sheldon Renan. La “infestación psíquica” de la película, parafraseando a Ross-Mitchell, está más cerca del pacto faustiano, el de Jack con el Sr. Meneos a cambio del éxito nunca rotundo de Búhos Nocturnos, y de la sátira del mundo del espectáculo, de allí se explica el cinismo de Delroy, Fiske y el propio Haig en sus últimos segundos de vida, que de la odisea de posesión clásica o la fábula del cine actual sobre la frontera entre la patética realidad y una ilusión poco sincera. Todo resulta redundante pero disfrutable hasta que llega un final doble y problemático, el primero volcado a un slasher exagerado y repleto de CGIs innecesarios y el segundo pesadillesco e interesante aunque fuera de lugar, efectivamente combinando a David Lynch, Alejandro Jodorowsky, Ken Russell y Roman Polanski cuando el desarrollo previo fue un tanto mucho tibio en consonancia con ese falso documental posmoderno que nace con The Last Broadcast (1998), opus de Stefan Avalos y Lance Weiler, y The Blair Witch Project (1999), de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez…
A Medianoche con el Diablo (Late Night with the Devil, Australia/ Estados Unidos/ Emiratos Árabes, 2023)
Dirección y Guión: Cameron Cairnes y Colin Cairnes. Elenco: David Dastmalchian, Laura Gordon, Ian Bliss, Fayssal Bazzi, Ingrid Torelli, Rhys Auteri, Georgina Haig, Josh Quong Tart, Steve Mouzakis, Paula Arundell. Producción: Adam White, Steven Schneider, John Molloy, Roy Lee, Mat Govoni y Derek Dauchy. Duración: 93 minutos.