Al cine contemporáneo le cuesta muchísimo refritar viejos formatos de la comedia porque no consigue recuperar la magia de antaño ni mucho menos su inocencia de base o quizás su cinismo desprejuiciado, en el caso de que nos ubiquemos en la orilla identitaria opuesta, algo que resulta lamentable y abarca todo el rango de las risas modernas como la screwball comedy o comedia alocada de los años 30, 40 y 50, las variantes eróticas y satíricas de los 60, aquella comedia contracultural o hasta terrorista de los 70 e incluso la más insulsa y rudimentaria de todas, la comedia estudiantil y/ o farsesca prostibularia de los 80. Un rubro muy particular es esa comedia fantástica posmoderna que tiende a reformatear géneros completos para parodiarlos u homenajearlos, esquema que a su vez puede subdividirse en el terror modelo El Joven Frankenstein (Young Frankenstein, 1974), de Mel Brooks, y The Rocky Horror Picture Show (1975), de Jim Sharman, y la ciencia ficción bobalicona para púberes en la tradición de Ciencia Loca (Weird Science, 1985), opus de John Hughes, y La Magnífica Aventura de Bill & Ted (Bill & Ted’s Excellent Adventure, 1989), de Stephen Herek, y la secuela de la anterior El Alucinante Viaje de Bill & Ted (Bill & Ted’s Bogus Journey, 1991), de Peter Hewitt, dos films que por cierto ejemplifican la torpeza y diversos automatismos sin alma del séptimo arte del nuevo milenio al compararlos con la horrenda continuación tardía del caso, Bill & Ted Salvando el Universo (Bill & Ted Face the Music, 2020), patético convite de Dean Parisot que como las faenas previas fue protagonizado por Keanu Reeves y Alex Winter y escrito por aquella dupla de Ed Solomon y Chris Matheson.
Lisa Frankenstein (2024), debut en el campo del largometraje de Zelda Williams, nada menos que la hija de Robin Williams, de hecho trata de aggiornar el núcleo fundamental de Ciencia Loca, aquello de construir artificialmente a la pareja soñada, para combinarlo con la espiral de homicidios satíricos estudiantiles de otro clásico de la comedia de los años 80, Escuela de Jóvenes Asesinos (Heathers, 1988), film de Michael Lehmann con un guión de Daniel Waters a su vez basado en la muy poco vista y muchísimo más efusiva Masacre en Central High (Massacre at Central High, 1976), exploitation injustamente olvidado de Rene Daalder. El principal problema del opus de Williams, hasta ahora responsable de algunos videoclips y un par de cortos, los igualmente mediocres Shrimp (2018) y Kappa Kappa Die (2020), pasa en primer lugar por su lentitud y poca osadía narrativa, en suma desconociendo que el sustrato frenético y políticamente incorrecto constituía uno de los recursos centrales del cine cómico ochentoso y su encanto, y en segunda instancia por su redundancia retórica e indecisión a la hora de definir qué se pretender contar y desde qué formatos en términos concretos, precisamente por ello la propuesta salta a pura ciclotimia entre el gótico de burgueses tristes de Tim Burton, el camp corrosivo anti sueño americano del querido John Waters, cierto trasfondo de “freaks alternativos de corazón sensible” a lo Jared Hess y -como si fuera poco- la pantomima ultra sarcástica de zombies de gente como Dan O’Bannon, Peter Jackson y Edgar Wright, entre otros realizadores que se tomaron en solfa a la parca o desdibujaron su dejo tenebroso dentro del mainstream y dentro del indie.
El guión de la cada día más devaluada Diablo Cody, supuesta experta en rescatar rasgos cuasi olvidados de la cultura popular yanqui, gira alrededor de la Lisa del título (Kathryn Newton), muchacha de look dark de 18 años que en 1989 se muda a la casa de su flamante madrastra, Janet (una genial Carla Gugino), a posteriori de que su abúlico padre, Dale (Joe Chrest), se casase con ella justo seis meses después de que un psicópata matase a hachazos a la progenitora de Lisa mientras la joven estaba escondida escuchándolo todo. Obligada a convivir con la idiota y banal de Janet y su hija porrista, Taffy (Liza Soberano), la señorita una noche concurre a una fiesta con su hermanastra y se topa con un galán intelectual del que está muy interesada, Michael Trent (Henry Eikenberry), el editor en jefe de la revista literaria de la secundaria en cuestión, no obstante termina pasando un mal momento porque la pareja del susodicho, Tamara (Joey Harris), le da una bebida con fenciclidina o PCP o polvo de ángel que la hace alucinar y la lleva a someterse a la voluntad de su compañero de laboratorio, Doug (Bryce Romero), quien le toca una teta y pretende que haga lo propio con el pene, así las cosas la chica se marcha y ante una tumba de un cementerio pide estar con un joven victoriano (Cole Sprouse), su amor necrofílico. Un rayo verde milagroso de por medio, el finado de pronto resucita y con la venia de Lisa asesina a Janet para sacarle una oreja, a Doug para llevarse una mano y a Michael, el cual mantiene un affaire con Taffy, para cortarle el pene, “repuestos” que son cosidos al cuerpo del zombie y vivificados con la cama solar defectuosa de la hermanastra, en un perpetuo cortocircuito que todo lo reanima.
Uno podría caer en la tentación de cargar todos los problemas en la espalda de la no muy inteligente que digamos Williams, como esos chistes sin brío, el poco vuelo romántico/ siniestro/ paródico, un pulso general aletargado, personajes olvidables, escasos crímenes y la ausencia de gore y tetas + culos, sin duda los principales alicientes de las comedias de los 80 que Lisa Frankenstein implícitamente afirma amar, sin embargo la cómplice excluyente es Cody, aquí una vez más enfatizando que conoce los subgéneros trabajados aunque sin el talento necesario para huir de otra de sus recreaciones museísticas de los rubros, estilos y/ o entonaciones de la comedia de antaño y para colmo en su acepción menos original o más limitada, lo que nuevamente significa que lo único bueno que hizo fue Juno (2007), aquel neoclásico de Jason Reitman, ya que el resto de su producción artística es una colección de fiascos, desde Diabólica Tentación (Jennifer’s Body, 2009), de Karyn Kusama, y Entre la Fama y la Familia (Ricki and the Flash, 2015), último opus de Jonathan Demme, hasta sus otras dos colaboraciones con Reitman, Adultos Jóvenes (Young Adult, 2011) y Tully (2018), ambas protagonizadas por Charlize Theron, su única aventura como directora, la desastrosa Buscando el Paraíso (Paradise, 2013), y dos series simpáticas y no mucho más, Estados Unidos de Tara (United States of Tara, 2009-2011) y One Mississippi (2015-2017). El film exuda corrección y belleza rutinarias pero no consigue convencernos del trasfondo darky contracultural de estos inofensivos Newton y Sprouse, la primera demasiado linda para ser una nerd hiper macabra y el segundo siempre tratando de imitar en vano a Johnny Depp…
Lisa Frankenstein (Estados Unidos, 2024)
Dirección: Zelda Williams. Guión: Diablo Cody. Elenco: Kathryn Newton, Cole Sprouse, Carla Gugino, Liza Soberano, Joe Chrest, Henry Eikenberry, Bryce Romero, Joey Harris, Jenna Davis, Paola Andino. Producción: Diablo Cody y Mason Novick. Duración: 102 minutos.