Aviso de Tormenta (Storm Warning)

Sobre un abordaje tentativo

Por Emiliano Fernández

Como tantas otras organizaciones sociales con muchos años de antigüedad, el Ku Klux Klan nunca fue un colectivo del todo centralizado y responde a tres fases históricas muy distintas que aglutinaron a un generoso número de energúmenos de extrema derecha que persiguieron objetivos diferentes según cada período considerado: la primera encarnación del grupo dura un puñado de años a posteriori de la Guerra de Secesión (1861-1865), imita en su estructura a las sociedades secretas europeas y en esencia estaba orientada a prácticas terroristas en contra de los gobiernos republicanos del otrora sur esclavista y a favor de mantener la supremacía blanca, lo que implicaba atacar a los negros libres que intervenían en política y a los dirigentes que abogaban por reconciliar posiciones con los Estados del norte, derivando en una campaña de contrainsurgencia gubernamental que suprime a los rebeldes entre 1870 y 1871, no obstante el Klan inesperadamente renace a comienzos del Siglo XX como consecuencia del enorme éxito en taquilla de El Nacimiento de una Nación (The Birth of a Nation, 1915), la película racista e hiper delirante de D.W. Griffith que pondera al grupo como los héroes de la etapa de la Reconstrucción (1865-1877) al contener el avance de los ex esclavos, detalle que paradójicamente no tiene mucho que ver con esta “militancia” de segunda generación porque los payasos con capuchas y cruces quemadas de la época se la pasaron denunciando a los contrabandistas, todo en el contexto de la Ley Seca (1920-1933), y peleándose con aquellos católicos para defender una supuesta pureza protestante y abstemia norteamericana, esquema que resultó muy popular y eventualmente se vino abajo cuando uno de sus líderes, D.C. Stephenson, en 1925 rapta, viola, tortura y provoca la muerte de una joven llamada Madge Oberholtzer, lo que finalmente nos deja con la tercera y última encarnación del colectivo, esa que nace en las décadas del 50 y 60 como respuesta al movimiento por los derechos civiles y las políticas de desegregación en el sur estadounidense, fase que se extiende hasta nuestros días a pesar de la impronta anacrónica del discurso de odio de antaño y la merma sistemática de miembros en las distintas células.

 

Una de las primeras representaciones explícitas de las actividades cuasi mafiosas del Ku Klux Klan, vinculadas a la intimidación contra todos los que no eran blancos anglosajones protestantes y por entonces en la fase de transición entre las segunda y tercera generaciones de esta camarilla de violentos, es Aviso de Tormenta (Storm Warning, 1950), film de Stuart Heisler hoy completamente desconocido en el marco hispanoparlante que funciona como una cruza muy ridícula entre los andamiajes dramáticos de Legión Negra (Black Legion, 1937), una obra de Archie Mayo y Michael Curtiz con Humphrey Bogart que retrataba las andanzas del colectivo del título, precisamente un desprendimiento de los años 20 del Klan, y Un Tranvía Llamado Deseo (A Streetcar Named Desire, 1951), el clásico de Elia Kazan con Marlon Brando y Karl Malden basado en la puesta teatral homónima de 1947 del gran Tennessee Williams. El guión de Daniel Fuchs y Richard Brooks, dos de los genios de los textos cinematográficos de su tiempo, es curiosamente bastante tonto y se centra en Marsha Mitchell (Ginger Rogers), una modelo de Nueva York que visita a su hermana en un pueblo sureño durante la víspera navideña, Lucy (Doris Day), porque la mujer está embarazada y se acaba de casar con Hank Rice (Steve Cochran), un empleado del aserradero del oligarca Charlie Barr (Hugh Sanders). Apenas llega al lugar, en plena noche, presencia cómo un grupo de miembros del Klan saca de la cárcel a un tal Walter Adams (Dale Van Sickel) y lo golpea y uno de ellos lo fusila por la espalda justo cuando pretendía huir, situación que se vincula al hecho de que el finado era un periodista de investigación que se había infiltrado para escribir artículos sobre los chauvinistas y reaccionarios mientras trabajaba para la compañía telefónica, ganándose que lo arresten bajo el falso cargo de conducir ebrio para después matarlo. Mitchell reconoce de inmediato a Hank como uno de los encapuchados y para colmo luego descubre de boca de Barr que fue el que apretó el gatillo, por ello termina presionada entre su hermana y marido, quien por cierto tiene muchas ganas de violarla, y el fiscal, Burt Rainey (Ronald Reagan), el cual desea que declare en el estrado contra el Klan.

 

El film en sí no es una maravilla ni mucho menos tanto por su tendencia a melodramatizar lo que debería haber sido un relato testimonial serio, en especial debido a esos diálogos sobreexplicativos/ redundantes/ superficiales del dúo de Brooks y Fuchs, como por el claro desnivel interpretativo del elenco, así por un lado tenemos el estupendo trabajo de Ginger Rogers, quien alcanzó la fama gracias a los musicales de los 30 con Fred Astaire para la RKO Pictures, y por el otro lado están el correcto desempeño de Doris Day, hoy en día sobre todo recordada por su intervención en El Hombre que Sabía Demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1956), de Alfred Hitchcock, y el patético aporte del ecosistema masculino con la honrosa salvedad de Hugh Sanders, hablamos desde ya de los lastimosos Steve Cochran y Ronald Reagan, este último el presidente fascistoide de yanquilandia durante los años 80. Aviso de Tormenta ofrece una lectura muy particular del Ku Klux Klan porque deja de lado ingredientes cruciales de la idiosincrasia del grupo como por ejemplo su desprecio hacia los inmigrantes y todas las otras razas o etnias o culturas, con los negros constituyendo el fetiche aunque sin descuidar a los latinos, los asiáticos, los musulmanes, los judíos, los italianos, los mentados católicos y los pueblos nativos de América, por ello en pantalla se construye un retrato bastante higienizado de la organización que la relaciona a una pandilla tradicional de vigilantes con tufillo de masonería y una pirámide jerárquica que sigue el leitmotiv de los estratos sociales del capitalismo, en esencia una acepción profundamente reduccionista que tiene varias explicaciones, a saber: primero, la cobardía histórica de Hollywood a la hora de lidiar con temas muy sensibles, segundo, la estrategia comercial de no enajenarse al público anglosajón pudiente del sur en tanto espectadores potenciales, tercero, la fase que por entonces estaba atravesando el Klan ya que no había iniciado su campaña contra los líderes menores del inexistente movimiento por los derechos civiles, y cuarto, cierta pretensión metafórica y anticomunista de fondo -algo involuntaria- que homologa a Mitchell con los “testigos hostiles” durante esa caza de brujas macartista.

 

Heisler, un director bastante mediocre que se especializó en western y film noir y entregó otros dos trabajos memorables, El Hombre que Supo Perder (The Glass Key, 1942), con Alan Ladd y Veronica Lake, y Lágrimas Amargas (The Star, 1952), film con Bette Davis, Sterling Hayden y Natalie Wood, demuestra eficacia en el manejo de lo que de manera retrospectiva podría definirse como una versión escuálida de la fórmula del “testigo en peligro”, aquí una Marsha que se debate entre exonerar al esposo de su hermana o decir la verdad como quiere el fiscal, éste obsesionado en soledad con dar de baja a este club de facinerosos e intolerantes en el que las cúpulas se comen el dinero que aportan las bases, planteo cercano a Legión Negra que decanta en un final calcado de Un Tranvía Llamado Deseo cuando Hank, nuestro Stanley Kowalski (Brando) del proletariado embrutecido, finalmente se abalanza sexualmente contra la modelo y todo deriva en la mejor secuencia del opus, la del secuestro y los latigazos sobre la ninfa durante el mitin del Klan, incluido el asesinato de Lucy por parte de su marido, quien descubre mal y tarde lo poco que dura la solidaridad en cualquier gremio cuando los esbirros estatales amenazan con la prisión o la pena capital. Alejándose a conciencia del tópico del racismo y los prejuicios enquistados en la población caucásica, asunto que iría in crescendo desde El Odio es Ciego (No Way Out, 1950), de Joseph L. Mankiewicz, hasta El Intruso (The Intruder, 1962), de Roger Corman, y todavía a años luz de denuncias valiosas futuras en sintonía con Mississippi en Llamas (Mississippi Burning, 1988), de Alan Parker, e Infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, 2018), de Spike Lee, la propuesta que nos ocupa constituye un primer abordaje tentativo a la temática de aquellas organizaciones delictivas de la modernidad que utilizaban al miedo, el acoso y la coacción para eliminar a adversarios inventados a dedo que servían de excusas huecas para conservar la influencia acumulada y desprenderse de culpas a través de chivos expiatorios, parafernalia que incluye recursos del marketing, la publicidad, las sociedades fraternales, los partidos políticos, las milicias civiles y ese terrorismo absurdo ritualizado…

 

Aviso de Tormenta (Storm Warning, Estados Unidos, 1950)

Dirección: Stuart Heisler. Guión: Richard Brooks y Daniel Fuchs. Elenco: Ginger Rogers, Ronald Reagan, Doris Day, Steve Cochran, Hugh Sanders, Lloyd Gough, Raymond Greenleaf, Ned Glass, Paul E. Burns, Dale Van Sickel. Producción: Jerry Wald. Duración: 94 minutos.

Puntaje: 6