Desde los reality shows de comienzos del nuevo milenio en torno a Paris Hilton, Nicole Richie y las hermanas Kardashian la celebridad se divorció casi por completo del talento, el arte o siquiera el trabajo y se convirtió en un fin en sí misma, capaz de despertar una gran fascinación en las generaciones jóvenes de consumidores de chatarra digital y de TV como nunca se había visto. Este estado de cosas, en el que se mezcla la soledad o aislamiento en burbujas de los individuos y su tendencia cada día más marcada hacia la hipocresía, la depresión, el escapismo y la desesperación más patética, efectivamente va mucho más allá del viejo culto a la personalidad más la autodivinización del mercado capitalista más la mentalidad sectaria más la ignorancia o pauperización intelectual progresiva del público y la prensa, mejunje que al combinarse con la doctrina del fan o admirador tendiente a la genuflexión da por resultado un escenario dantesco en el que cada paparulo haría y hace lo que sea para alcanzar la fama, el éxito, el dinero, el poder o la validación popular anhelada. El medio audiovisual ha trabajado recientemente todos estos ingredientes desde distintas ópticas que suelen resultar complementarias y tienden a privilegiar el retrato del cinismo por antonomasia de la posmodernidad y sobre todo de nuestro Siglo XXI, ese que premia la estupidez y el maquiavelismo psicopático al punto de que perversos pueden transformarse en presidentes como Javier Milei, Donald Trump y el genocida de Benjamín Netanyahu.
Lurker (2025), ópera prima de Alex Russell distribuida por Mubi, hasta ahora un productor y guionista en las series Bronca (Beef, 2023) y El Oso (The Bear, 2022-2025), de hecho comparte el análisis de la angustia desquiciada de Sueños de Revista (Magazine Dreams, 2023), de Elijah Bynum, el arte de escalar socialmente de Saltburn (2023), de Emerald Fennell, el sustrato cringe/ vergonzoso detrás de Amistad (Friendship, 2024), de Andrew DeYoung, la impunidad del poder capitalista de Parpadea Dos Veces (Blink Twice, 2024), de Zoë Kravitz, y la idolatría pop símil culto de aduladores de Opus (2025), película de Mark Anthony Green que se movía en el terreno de la música como nuestra Lurker y la miniserie El Ídolo (The Idol, 2023), del mismo modo que Sueños de Revista y Him: El Elegido (Him, 2025), film decepcionante de Justin Tipping, hacían lo propio dentro de los confines de las disciplinas deportivas o competitivas. Lurker, término muy conocido en el ambiente anglosajón aunque algo ignoto en el ecosistema hispanoparlante que alude a un usuario pasivo dentro de una comunidad virtual, gira alrededor de Matthew Morning (gran desempeño del canadiense Théodore Pellerin), un vendedor de una tienda de ropa de Los Ángeles que por un gusto musical compartido, en esencia My Love Song for You (1983), de Nile Rodgers, logra acceder al círculo íntimo de un cantante mediocre de ese rhythm and blues contemporáneo semi hiphopeado, Oliver (el también productor Archie Madekwe).
El guión del propio Russell va de menor a mayor tomándose su tiempo para retratar con soltura los dos extremos de la relación, así descubrimos que Matthew vive con su abuela, Christine (Myra Turley), y Oliver está rodeado de una sarta de lambiscones que se hacen pasar por amigos suyos cuando en realidad de la que depende en serio es de una asistente multiuso llamada Shai (Havana Rose Liu). La estrellita de redes sociales pone a Morning a trabajar en un documental sobre su persona que está a cargo de Noah (Daniel Zolghadri), quien como el resto del entorno de Oliver recibe con sutil hostilidad el hecho de tener que competir por la atención de la gallina de los huevos de oro con otro adversario, no obstante Matthew se abre camino y consigue ser aceptado al visitar la mansión de turno todos los benditos días y aprender a utilizar el Premiere, un programa de edición de video de Adobe. La cosa cambia cuando el ex colega de Morning en la tienda de ropa, Jamie (Sunny Suljic), lo usa para acercarse al cantante y transformarse en su vestuarista, por ello el personaje de Pellerin comienza a sabotearlo y en una sesión de fotos en Londres -con motivo de la tapa del nuevo álbum del muchacho- lo empuja desde lo alto de una escalera, rompiéndole la nariz. Expulsado de la troupe de Oliver, Morning se decide a chantajearlo para que lo deje terminar el documental mediante un video que filma a escondidas en el que el ídolo pop se acuesta con dos fans/ groupies de 16 años que fueron drogadas con clonazepam y vodka.
Ubicada conceptualmente entre por un lado el mencionado Rodgers, líder de Chic, en tanto emblema del berretaje modelo música disco setentosa que adora la criatura de Madekwe, y por el otro lado una estética pastosa a lo Nuevo Hollywood con algo del documentalismo del indie irónico de los años 80 y 90, aquel que gustaba del video como formato adicional en relación al celuloide, nuestra propuesta enfatiza que el hedonismo culto de antaño de los representantes del ecosistema cultural se ha degradado al nivel del infantilismo o la memez intelectual del público, los periodistas y estos tótems intercambiables del nuevo milenio, de allí que nos topemos con temáticas como la banalidad, la abulia, la idiotez, el egoísmo y la memoria de corto plazo de los artistas actuales y su camarilla de seguidores, empleados y oportunistas del montón. Así como el documental esconde un narcisismo patológico que además pone en evidencia la competencia y la vulnerabilidad dentro del círculo íntimo, con el director/ editor, Noah, y el amigo/ ex colega de trabajo, Jamie, como pivotes centrales al respecto, el sarcasmo del título, referencia al estado inicial de Matthew, subraya su rauda metamorfosis a lo largo y ancho del relato, de admirador a cuasi mascota, asistente esclavo, camarógrafo/ fotógrafo y payaso prescindible como todos los demás, siempre al borde de ser reemplazados por una nueva adición al circo que revolotea alrededor del mandamás con una billetera abultada, tácitamente encantado de ver cómo se despedazan entre ellos por él.
Al igual que en cualquier empresa del capitalismo, los egos frágiles y la necesidad de ser respetado por terceros o quizás desconocidos son los dos factores que en última instancia ayudan al colapso de casi todas las partes involucradas en la estructura de poder, más aún en el ambiente comercial y psicológicamente endeble de los infradotados que hoy por hoy se hacen llamar artistas o siquiera mueven el amperímetro de la popularidad masiva, en este sentido y como decíamos con anterioridad, los sueños de fama y fortuna desde hace mucho tiempo no se vinculan más al respeto cultural sino exclusivamente a la mediocridad de un gusto promedio social que fue criado por un mainstream que ya no apuesta a la novedad o la calidad, sólo al producto hueco que surge de las estrategias más burdas de marketing, publicidad, comunicación o posicionamiento de marca. La agresividad en pantalla aparece como un lenguaje en común, del enclave del control gregario, que valida la pertenencia pero también la exclusión, siempre confundiendo a la supuesta amistad con una familia de adultos, conformada por integrantes que han sido elegidos por un cabecilla con todas sus facultades a pleno, cuando a decir verdad lo crucial en este atolladero es una conveniencia económica que en muchos casos se parece al homoerotismo apenas velado, a su vez parte constituyente de una realidad ahora experimentada desde la claustrofobia de la comunidad hermética y férreamente jerarquizada. Las relaciones de poder y el parasitismo cruzado van apareciendo a medida que avanza el metraje y el protagonista se transforma en manager, productor y biógrafo oficial del cantante, generando de sopetón que la falsedad risueña de antaño mute en una honestidad en simultáneo seria y dolorosa, algo simbolizado en aquel leitmotiv de Lurker en su conjunto, I’m Your Puppet (1966), clásico del soul de James & Bobby Purify, que sirve tanto para describir la situación primigenia de Matthew como la ulterior de Oliver a expensas del anterior, asimismo dando a entender que el exceso de autoconfianza, la idea de perpetuidad y la propensión a la autoindulgencia suelen ser los principales clavos en el ataúd de las figuras públicas o con un gran margen de influencia…
Lurker (Estados Unidos/ Italia, 2025)
Dirección y Guión: Alex Russell. Elenco: Théodore Pellerin, Archie Madekwe, Havana Rose Liu, Daniel Zolghadri, Sunny Suljic, Myra Turley, Zack Fox, Wale Onayemi, Mikaela Poon, Biniam Bizuneh. Producción: Archie Madekwe, Charlie McDowell, Marc Marrie, Jack Selby, Olmo Schnabel, Alex Orlovsky, Duncan Montgomery, Francesco Melzi d’Eril y Galen Core. Duración: 100 minutos.