Para Leslie (To Leslie)

Tanto dolor y tanta miseria

Por Emiliano Fernández

Resulta bastante ridícula -y por demás hipócrita, desde ya- la polémica que se construyó en relación a la campaña artesanal que la actriz Andrea Riseborough y el director Michael Morris, ambos profesionales británicos, encararon para elevar el perfil público y sobre todo la visibilidad de su humilde colaboración en la gran pantalla, Para Leslie (To Leslie, 2022), realización que recomendaron a sus amigos del jet set anglosajón para generar comentarios positivos en las redes sociales y quizás recibir alguna que otra nominación para los Oscars, movida que incluyó un puñado de proyecciones durante la época de votación en sí de los nominados y que dio sus frutos porque efectivamente la intérprete en cuestión recibió el reconocimiento simbólico esperado en la categoría de Mejor Actriz Protagónica. El asunto, como decíamos con anterioridad muy precario e intuitivo porque el presupuesto del film no llegaba siquiera al millón de dólares, fue escalando en éxito hasta que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, precisamente la entidad que entrega los Oscars, inició una investigación al respecto después de la nominación de Riseborough, en esencia acerca del hiper conocido margen de influencia de la virtualidad vía el boca a boca, cuando desde hace décadas se reparte entre los votantes mediante video hogareño -ahora su equivalente lejos del formato físico, el streaming- las películas que los estudios y/ o las grandes productoras desean que sean nominadas, lobby nada sutil que los gigantes de Hollywood llevan adelante con el objetivo de recuperar algo del prestigio de tiempos remotos, hoy desaparecido por la mediocridad cultural industrial planetaria y por el vuelco hacia el cine chatarra fantástico.

 

La obra en sí que nos ocupa, ópera prima de un Morris de amplio bagaje televisivo a partir del segundo guión escrito por Ryan Binaco, el mismo del bodrio de ciencia ficción 3022 (2019), faena en este caso dirigida por John Suits, de hecho se sostiene casi únicamente gracias a la magistral actuación de Riseborough porque la trama de base es extremadamente limitada y cubre un estereotipo infaltable del acervo indie de los años 80 y 90, léase la redención de un personaje autodestructivo que pasa de ser un apóstata social a un ejemplo de lo que pueden lograr las redes de contención afectiva -las más cercanas sobre todo, ya que a las instituciones los individuos de a pie les importan un comino- cuando dejan de juzgar al prójimo y deciden ayudarlo a recuperar su autoestima. La Leslie Rowlands del título, en la piel de Andrea, es una diletante del hedonismo nocturno y una alcohólica de un pueblito de Texas que ganó 190 mil dólares en la lotería y los despilfarró a lo largo de seis años en bebida y cocaína hasta llegar al punto de vivir en la indigencia, siempre saltando entre los hoteles baratos y la miseria de la calle, por ello pide ayuda a su hijo de 19 años al que abandonó, James (Owen Teague), pero la termina echando cuando vuelve a beber y le roba dinero a un compañero de hogar, Darren (Catfish Jean), derivándola a unos amigos de antaño de Leslie, la pareja de Nancy (Allison Janney) y Dutch (Stephen Root), los cuales también la expulsan por su apego al alcohol. La mujer eventualmente consigue trabajo por lástima en el hotel de ruta de Sweeney (Marc Maron) y Royal (Andre Royo), dupla que le ofrece un mínimo salario más alojamiento y comida a cambio de la limpieza de los cuartos.

 

Como toda propuesta independiente en la que la historia está supeditada al desarrollo de personajes en tanto horizonte ideológico/ retórico/ espiritual por antonomasia, Para Leslie se divide entre una primera parte de masoquismo más compulsivo que producto de la propia voluntad, aquí literalmente toda esa primera hora del metraje en la que se asoma un villano, Pete (James Landry Hébert), amigo de Nancy que critica continuamente a Leslie acusándola de furcia descerebrada que desperdició sus dólares, y en la que Rowlands arruina cada oportunidad de mejoría en pos de garantizarse un flujo constante de elixires espirituosos, y una segunda mitad en la que la cuarentona comienza a ascender la montaña gracias a la ayuda de Sweeney, un sujeto que en un inicio le revisa su valija rosa cuando la deja olvidada en el hotel y luego le toma cariño porque sabe cómo tratar con alcohólicos ya que su ex esposa también arrastraba problemas con la bebida, así le perdona las jugarretas de manipulación femenina, hace caso omiso de sus llegadas tarde a trabajar, la acompaña en el doloroso proceso del delirium tremens, le soporta el mal humor e incluso le presenta en una feria a su hija, Bernice (Kourtney Amanda), y su nieta, la pequeña Betsey (Arabella Grant), todo mientras Pete continúa burlándose, desde un sadismo cuasi deportivo y un deseo sexual frustrado, y mientras Nancy se separa de Dutch por la tendencia de la veterana a refregarle permanentemente en la cara a Rowlands que abandonó a James y ella tuvo que criarlo a lo largo de los años cruciales de la pubertad del joven, quien por cierto todavía la quiere aunque no desea volver a recorrer el costado más pesadillesco o cruel de su adicción.

 

El relato no aporta novedad alguna pero incluye personajes secundarios entrañables como Sweeney, un enamorado con destino de mártir, y Royal, un hippón delirante/ sabio que se cree hombre lobo, ingirió mucho LSD en su época y habla en nombre de la epopeya en su conjunto cuando le dice a Leslie que hoy todo el mundo cree que debería estar viviendo una existencia de ensueño plutocrático, algo típico de la publicidad y la industria cultural más escapista, cuando la experiencia cotidiana real siempre es dura y reclama dejar de lado los autoengaños y consagrarse a los sacrificios y al arte de no herir a nadie. Morris por suerte incorpora chispazos de humor negro y evita el seudo documentalismo noventoso en materia de la fotografía y la puesta en escena, optando en cambio por una reconstrucción artificial pero realista de la marginalidad en donde toma preponderancia la honestidad emocional de los personajes más que el carácter “verdadero” de su entorno físico inmediato. La película, con ecos claros de Buscando a Mr. Goodbar (Looking for Mr. Goodbar, 1977), de Richard Brooks, es muy inferior con respecto al otro opus indie de redención melodramática de la temporada de premios, La Ballena (The Whale, 2022), esa joya de Darren Aronofsky con Brendan Fraser, y definitivamente el desenlace se siente algo forzado vía una reconciliación semi mágica entre Nancy y la protagonista, no obstante el desempeño de Riseborough es tan visceral/ setentoso que levanta exponencialmente la calidad del film como un todo al punto de que Para Leslie se asemeja a un “tour de force” siempre prodigioso que hipnotiza al público casi exclusivamente por obra y gracia de la inglesa, sublime experta en lo suyo…

 

Para Leslie (To Leslie, Estados Unidos, 2022)

Dirección: Michael Morris. Guión: Ryan Binaco. Elenco: Andrea Riseborough, Marc Maron, Andre Royo, Owen Teague, Allison Janney, Stephen Root, James Landry Hébert, Catfish Jean, Kourtney Amanda, Arabella Grant. Producción: Eduardo Cisneros, Ceci Cleary, Claude Dal Farra, Brian Keady, Kelsey Law, Jason Shuman y Philip Waley. Duración: 120 minutos.

Puntaje: 7