La Muñeca (Die Puppe, 1919, de Ernst Lubitsch):
La Muñeca (Die Puppe, 1919), el film mudo de Ernst Lubitsch, es considerado un clásico de la comedia fantástica alemana de los inicios del cine expresionista, una maravillosa obra satírica basada en la ópera Das Puppenmädel de A.E. Willner, una obra menor que remite al famoso ballet Coppélia, escrito por Charles-Louis-Étienne Nuitter con música de Léo Delibes, y a la ópera cómica La Poupée, escrita por Maurice Ordonneau con música de Edmond Audran, ambas basadas libremente en un relato del escritor gótico alemán E.T.A Hoffmann, El Hombre de Arena (Der Sandmann), una obra que discurre sobre una de las obsesiones de Hoffmann y de la época, los autómatas y las aprensiones y la fascinación que estos generaban.
Lancelot (Hermann Thimig) es un tímido joven apegado a su madre que es conminado por su tío, el Barón von Chanterelle (Max Kronert), a casarse para recibir su herencia como único beneficiario de su vasta fortuna. Pero el joven tiene un ataque de pánico ante la idea, que se acrecienta por la disposición de las jovencitas del pueblo que acuden jubilosamente como candidatas a la propuesta pública. Lancelot huye a un monasterio para recluirse pero los codiciosos y angurrientos monjes lo instan a aceptar la propuesta de su tío para que les entregue el dinero de la dote. El truco es que el joven se case con una muñeca en lugar de una mujer. Para ello le indican que acuda a Hilarius (Victor Janson), un fabricante de autómatas verdaderamente reales, que acaba de terminar un robot análogo a su propia hija. Cuando el histriónico y divertido aprendiz de Hilarius (Gerhard Ritterband) rompe la muñeca mientras juega con ella en un accidente, la hija del fabricante, Ossi (Ossi Oswalda), decide ayudarlo y hacerse pasar por el autómata para darle tiempo a que arregle la muñeca. Así comienzan una serie de situaciones hilarantes en las que la joven imita al autómata para engañar al sobrino del Barón y a los monjes con el objetivo de divertirse y mantener la charada hasta las últimas consecuencias.
La versión de Hanns Kräly junto a Lubitsch difiere del cuento de Hoffmann en tanto que lo subvierte, utilizando el tono cómico de La Poupée y agregándole un condimento sardónico con una buena cuota de crítica social. La Muñeca trastoca el sentido que Hoffmann le da al autómata y al protagonista y a la relación entre ellos, lo que también transforma el resultado y la conclusión del relato. Lo siniestro en el cuento de Hoffmann era la humanidad del autómata y las consecuencias de no poder distinguirlos. Aquí lo siniestro se convierte en la necesidad de cumplir con las expectativas que los demás le imponen al protagonista y la imposibilidad de escapar de lo grotesco que lo rodea. Ernst Lubitsch ya era en esa época un director prolífico conocido por sus solemnes y ostentosos dramas así como por sus comedias. La Muñeca propone un giro hacia una fábula fantástica sobre la codicia y el amor alrededor de una cuantiosa herencia, con un solterón infantiloide y una mujer que se hace pasar por un autómata. Lubitsch trabaja aquí muy bien el ideal masculino burgués de la mujer de principios del Siglo XX, recatada pero alegre, que en algún sentido reemplaza a la madre como un imaginario que la mujer real viene a destruir con su juego, travesura que apuntala la visión inocente del film y conduce hacia el amor burgués como resultado positivo de la acción.
La frescura de cada uno de los personajes y sus ampulosas gesticulaciones se mezclan con una escenografía irreal, fantástica e ingenua en la que Lubitsch todo el tiempo resalta el carácter imaginario de la propuesta. Las actuaciones de todo el elenco son maravillosas, destacándose Ossi Oswalda y Gerhard Ritterband en dos papeles realmente divertidos. Los decorados, los disfraces y la escenografía subrayan la estética de fábula infantil retomada del teatro y deudora de las ideas cinematográficas que Georges Méliès introdujo en el cine en sus inicios.
Marcelo Katz compuso la música en vivo para la extraordinaria versión restaurada meticulosamente por la Fundación Friedrich Wilhelm Murnau. Interpretada por el propio Katz, que toca teclado, clarinete, sintetizador y programación sonora junto a Roció Iturralde Sadoly, que se encarga a su vez de la percusión, las castañuelas, los efectos sonoros y también canta, toca la guitarra y el Uke Bass, la musicalización va siguiendo la trama con sonidos incidentales dirigida por un teclado que aporta un clima jovial a un film que se destaca tanto por su carácter cómico y por su espíritu fantástico como por su sátira descarnada de los estamentos sociales y las instituciones.