Amor, Mentiras y Sangre (Love Lies Bleeding)

Todos los cadáveres del amor

Por Emiliano Fernández

La cineasta británica Rose Glass se hizo conocida un lustro atrás con su ópera prima, Santa Maud (Saint Maud, 2019), una película sorprendente que le escapaba a los tres latiguillos del “horror femenino” del Siglo XXI, léase la transformación corporal, la victimización externa y todas esas alegorías quemadas vinculadas a la menstruación o el acoso sexual, ya que su verdadero horizonte era la reconversión espiritual de una protagonista algo demente que se autoimponía una misión digna del fundamentalismo más acérrimo de vieja escuela, hablamos de salvar el alma de una persona moribunda que precisamente no quería ningún tipo de intervención divina, por ello la propuesta retrataba desde el extrañamiento narrativo y el cuasi delirio cómo la relación entre ambas, la enfermera Katie alias Maud (Morfydd Clark) y la ex bailarina y coreógrafa Amanda (Jennifer Ehle), respectivamente, arrancaba en el respeto y la curiosidad recíproca y de a poco mutaba en un éxtasis religioso simulado por parte de la artista, una mujer agonizante por un linfoma avanzado, y la decepción de su cuidadora, esa Maud que llevaba una vida solitaria y efectivamente se obsesionaba con la posibilidad de que todo el episodio fuese alguna prueba de Dios con el objetivo de iluminar un camino prefijado de gloria. Lo interesante del primer film de Glass radicaba en el hecho de que primero evitaba la vertiente esperable -o gran estereotipo- de esta clase de relatos, nos referimos a la burla facilista del cristianismo y/ o la represión sexual de los beatos lelos del montón, y segundo se metía con uno de los comportamientos paradigmáticos del ser humano en la posmodernidad, esa manía de burbuja monotemática autocontenida que jamás considera la opinión de los demás o quizás la rechaza de manera enfática para subrayar los argumentos propios, por ello mismo Katie se abogaba una superioridad moral, esotérica o social que la llevaba a pretender convertir a terceros siguiendo aquellos lineamientos de los misioneros de centurias previas aplicados a unos supuestos “salvajes” de tierras remotas.

 

Si bien a simple vista la segunda propuesta de la directora y guionista, Amor, Mentiras y Sangre (Love Lies Bleeding, 2024), un thriller romántico y pirotécnico de entorno marginal, parece ubicarse en las antípodas de Santa Maud, en realidad existe una clara continuidad en materia del arsenal surrealista que suele manejar Glass y su gustito por un lado por las gestas compulsivas, antes la conversión de la infiel y ahora una competencia fetichizada de fisicoculturismo, y por el otro lado por los triángulos amorosos, las relaciones bizarras y el lesbianismo, esquema en Santa Maud apuntalado no sólo en la tensión erótica latente entre las dos protagonistas, la heterosexual Katie y la bisexual Amanda, sino también en los encuentros esporádicos de la segunda con una prostituta, Carol (Lily Frazer), así las cosas el embrollo ahora muta en el afecto en 1989 entre la administradora del gimnasio Cráter, la lesbiana Lou (Kristen Stewart), y una culturista en viaje hacia una competencia del rubro en Las Vegas, la vagabunda bisexual Jackie (Katy O’Brian), quien para conseguir un trabajo en un polígono de tiro en el medio de la nada se acuesta sin saberlo con el cuñado de Lou, J.J. (Dave Franco), mega energúmeno que de hecho está casado con la hermana mayor del personaje de Stewart, Beth (Jena Malone), con quien tiene tres vástagos varones y a quien utiliza de saco de boxeo mediante palizas hogareñas repetidas que parecen no preocupar demasiado al padre mafioso de las hermanas, Lou Sr. (ese Ed Harris caricaturesco), nada menos que el propietario del campo de tiro y un sujeto acosado por el FBI porque tiene un lindo negocio de contrabando de armas a través de México que lo ha llevado a asesinar a múltiples competidores a lo largo de los años, todos arrojados en un barranco en el desierto. El vínculo entre Jackie y Lou marcha sobre rieles, ambas compartiendo el departamento de la segunda, hasta que J.J. golpea con brutalidad a Beth luego de que su cuñada le advirtiese al respecto, lo que genera que el hombre le informe que tuvo sexo con la fisicoculturista.

 

El catalizador del esperable vendaval de violencia, uno de impronta neo noir que responde a la interpretación bien literal por parte de Jackie, por cierto adicta a unos esteroides que le regala su pareja lésbica, del incesante deseo de Lou en lo que atañe a una eventual muerte vengadora de J.J., parece sacado de una película de marco policial de los hermanos Joel y Ethan Coen, ya sea que hablemos de la “rama seria” de Simplemente Sangre (Blood Simple, 1984), Fargo (1996), El Hombre que Nunca Estuvo (The Man Who Wasn’t There, 2001) y Sin Lugar para los Débiles (No Country for Old Men, 2007) o de la vertiente cómica de la carrera de los señores en línea con Educando a Arizona (Raising Arizona, 1987), El Gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998) y Quémese Después de Leerse (Burn After Reading, 2008). Una vez que la criatura de O’Brian, desde su inestabilidad emocional/ psicológica por los anabólicos, entra de noche en la casa de J.J. para matarlo rompiéndole la mandíbula inferior contra una mesa del living, la obra deriva en una suerte de mixtura conceptual de Thelma & Louise (1991), de Ridley Scott, y Sin Límites (Bound, 1996), el debut de los por entonces hermanos Larry y Andy Wachowski, todo a su vez encarado desde la intensidad dramática del Paul Verhoeven modelo Delicias Turcas (Turks Fruit, 1973), Sudor Caliente (Keetje Tippel, 1975) y Descontrol (Spetters, 1980) pero también Bajos Instintos (Basic Instinct, 1992) y Showgirls (1995), esta última precisamente la película que Glass utilizó para marcarle al elenco el tono general de Amor, Mentiras y Sangre. La realizadora maneja muy bien la andanada tragicómica de sucesos posteriores, contrapeso infernal del paraíso redentor previo, en sintonía con la resolución de Lou de ayudar a Jackie y en simultáneo sacarse de encima a su tenebroso padre, para quien trabajó como sicaria, mediante la jugada de meter el cadáver de J.J. adentro de su automóvil, arrojarlo en el barranco favorito del capo mafioso y después incendiarlo con una bomba molotov para que lo encuentre el FBI.

 

Como decíamos con anterioridad, Glass reincide en el terror surrealista sobre todo en dos secuencias muy específicas, la del concurso de fisicoculturismo de Las Vegas, en el que Jackie se imagina frente al precipicio macabro y vomitando a Lou arriba del escenario, y el desenlace en la mansión del oligarca del contrabando de armas, cuando el marimacho del cuerpo inflado alucina con que se transforma en una versión gigantesca y femenina de Hulk para romperle ambos brazos a Lou Sr., además el film reemplaza a la fe entronizada de Santa Maud por un catálogo mucho más mundano de sustancias, tentaciones y/ o factores adictivos polirubro, pensemos para el caso en los músculos, la ambición, el sexo, las armas, el reconocimiento público, la nicotina, la revancha, la pasión, los golpes, la hemoglobina, los esteroides, la fuerza y desde ya el amor, catalizador tanto del homicidio de J.J. como del posterior de la esperpéntica Daisy (Anna Baryshnikov), ex pareja de Lou, único testigo de lo sucedido al cuñado abusivo e hilarante extorsionadora de la administradora del gimnasio para retomar la relación, en este sentido la culturista se la carga de un disparo por celos y porque así se lo ordena el padre de su pareja para no dejar testimonio alguno. Esas frases de cabecera -bien individualistas y masoquistas- que ilustran los muros de Cráter, por ejemplo “sube la temperatura”, “sólo los perdedores renuncian”, “entrena bajo tu propio riesgo”, “el dolor es debilidad abandonando el cuerpo”, “el destino es una decisión” y “el cuerpo logra lo que la mente cree”, hacen las veces de un entramado ideológico hermético que sustituye a la religión de la ópera prima y encauza desde el fanatismo a Jackie hacia el concurso por convicción y hacia el desquite truculento por cariño y gratitud, un planteo que resulta a la par claustrofóbico y fascinante porque la directora consigue actuaciones supremas de todo el elenco y exacerba cada una de las situaciones del relato a través de lo visual psicodélico, el grotesco más desvergonzado y un erotismo que por supuesto se entrelaza con el gore…

 

Amor, Mentiras y Sangre (Love Lies Bleeding, Reino Unido/ Estados Unidos, 2024)

Dirección: Rose Glass. Guión: Rose Glass y Weronika Tofilska. Elenco: Kristen Stewart, Katy O’Brian, Ed Harris, Dave Franco, Jena Malone, Anna Baryshnikov, Orion Carrington, Matthew Blood-Smyth, Keith Jardine, Tait Fletcher. Producción: Oliver Kassman y Andrea Cornwell. Duración: 104 minutos.

Puntaje: 9