Para hablar de los Beastie Boys hay que dejar de lado el hecho de que los señores, por el simple hecho de ser blancos, eclécticos musicalmente y haber gozado de mucha exposición mediática en distintas etapas de su carrera, arrastran a un público bastante palurdo que en su enorme mayoría no sabe casi nada de hip hop porque suele “coleccionar” géneros distintos del ámbito del rock y les reserva a los neoyorquinos -por pura idiotez y/ o comodidad mainstream cercana a la filosofía pasteurizadora hipster- el apartado del rap en general, sin molestarse en analizar el contexto de donde surgen, el desarrollo que atravesaron y mucho menos sus influencias a lo largo de los años, casi siempre incluso reduciéndolos a una banda “graciosa” que hizo un poco de todo desde una perspectiva vintage algo mucho petrificada. Por supuesto que la banda fue -y es, a pesar de que ya estén separados- mucho más que eso porque los muchachos supieron abrirse paso desde aquella Era Dorada del hip hop, caracterizada por cierto por monstruos sagrados como Run-D.M.C., LL Cool J, Public Enemy, Slick Rick, De La Soul y A Tribe Called Quest, entre muchos otros, hasta construir una personalidad propia en la que la heterodoxia, el absurdo y la experimentación fueron los principales horizontes dentro de una trayectoria de más de tres décadas que unió a los amigos Michael “Mike D” Diamond (voz y batería), Adam “Ad-Rock” Horovitz (voz, guitarra y programaciones) y Adam “MCA” Yauch (voz y bajo) desde comienzos de los 80 hasta la trágica muerte de este último en 2012 a los 47 años por un cáncer en la parótida, momento en que los otros dos miembros decidieron poner un punto final al grupo que habla tanto del cariño de por medio como de una resolución insólita en tiempos aciagos como los nuestros en los que los negocios pesan más que el afecto entre los sujetos y el hambre de lucro lleva a los artistas a continuar ad infinitum reemplazando a quien deban reemplazar.
Alejándose del clásico documental oficial por encargo en el que suelen caer tantas bandas y solistas de ayer y hoy con el objetivo manifiesto de revivir el interés del público en torno a los años de mayor “agite” popular y/ o cualitativo de los artistas en cuestión, Beastie Boys Story (2020), en cambio, nos propone una aproximación intimista y narrada en primera persona por Diamond y Horovitz que está destinada exclusivamente a los fans históricos, sacándose de encima de inmediato -gracias a su sutil radicalidad- a los turistas musicales, a los amantes de los grandes éxitos y a esos paparulos que de hecho no les interesa un comino el hip hop: los dos miembros sobrevivientes escribieron un guión junto al querido Spike Jonze, asimismo basado en el libro de memorias Beastie Boys Book (2018), también cortesía de Mike D y Ad-Rock, acerca de la amistad, la fama, Nueva York y por supuesto la música que hicieron juntos, historia detallada en papel que a su vez trasladaron a un show en vivo en el hermoso Kings Theatre de Brooklyn del que el film que nos ocupa es un registro también pormenorizado y maravilloso. Con apenas dos micrófonos y una pantalla con imágenes ilustrativas de fondo, ambos artistas repasan su derrotero profesional vía una colección de anécdotas que echan luz sobre el entrañable vínculo entre los tres -MCA aparece a través de material de archivo- y sobre la “cocina” de cada uno de los discos, planteo que constituye un verdadero sueño hecho realidad para cualquiera que adore la obra de los músicos porque aquí lo crucial es precisamente los álbumes y las circunstancias y colaboradores de turno en cada uno de ellos vía una jugada que deja de lado por completo la vida privada de los muchachos, ese gran -y a veces pueril e insoportable- fetiche de los documentalistas en general y de la prensa mainstream cuando se trata de hablar de terceros (la trivialidad casi siempre se come lo que debería ser un repaso de la producción artística).
Jonze es uno de los directores más prolíficos de Estados Unidos y además de sus múltiples comerciales y esas películas que todos conocemos, léase las geniales ¿Quieres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999), El Ladrón de Orquídeas (Adaptation, 2002), Donde Viven los Monstruos (Where the Wild Things Are, 2009) y Ella (Her, 2013), el realizador tiene tras suyo un generoso bagaje de documentales, entre los que se destaca Tell Them Anything You Want: A Portrait of Maurice Sendak (2009), sobre el famoso escritor e ilustrador de libros para niños del título y autor del opus literario original de 1963 en el que se basó Donde Viven los Monstruos, y es uno de los mejores directores de videoclips de la historia con trabajos legendarios para gente de la talla de Sonic Youth, R.E.M., Elastica, Björk, Daft Punk, Pavement, The Notorious B.I.G., The Chemical Brothers, Sean Lennon, Fatboy Slim, Beck, Yeah Yeah Yeahs, Kanye West, Jay-Z, Arcade Fire y los mismos Beastie Boys, para los cuales filmó los cortos correspondientes a las canciones Time for Livin’, Ricky’s Theme, Sabotage, Sure Shot, Root Down y Don’t Play No Game That I Can’t Win. Parafraseando la célebre Three MCs and One DJ, Jonze registra con naturalismo y simplicidad el espectáculo autobiográfico haciendo las veces de ese DJ con el que se interactúa -ahora VJ- y que siempre iba rotando dentro del ecosistema del grupo, no sólo para darle variedad y garra al “en vivo” mediante el scratching y demás truquillos y como cómplice en el estudio -junto a los productores de turno, ingenieros y demás colaboradores- sino también en tanto recurso para esos sketchs cómicos que solían incluir las prodigiosas rimas surrealistas y delirantes de los muchachos, sin duda plagadas de referencias a la cultura pop de los 60 y 70 como el blaxploitation, el soul y funk, las minucias urbanas, el Black Power y Viaje a las Estrellas (Star Trek), la excelente serie de Gene Roddenberry.
Desde el rap metalizado y autoparódico de Licensed to Ill (1986) y todos aquellos collages experimentales de samples de la obra maestra Paul’s Boutique (1989), pasando por el funk, el jazz y el punk de Check Your Head (1992) e Ill Communication (1994) y los coqueteos con la electrónica, el dub, la psicodelia y la bossa nova de Hello Nasty (1998), hasta la vuelta al minimalismo hiphopero primigenio de To the 5 Boroughs (2004) y el “resumen profesional” avasallante de Hot Sauce Committee Part Two (2011), los Beastie Boys atravesaron diversas encarnaciones y el opus de Jonze nos pone en la privilegiada posición de ser testigos de las palabras de los protagonistas excluyentes, quizás sin ofrecer grandes novedades con respecto a lo ya visto y leído por parte de los que amamos a la banda pero con una sinceridad y un humor irónico que los distancian de la autoindulgencia de buena parte de los artistas con un importante periplo a cuestas (lo único que verdaderamente se le puede criticar a la puesta teatral/ fílmica es cierta insistencia tácita e innecesaria con quedar bien con los imbéciles fascistas que pretenden imponer las cuestiones de género sobre cualquier otra perspectiva ideológica en línea con las feminazis, como si los genitales estuviesen por encima de la obra en sí, fuesen garantía absoluta de las categorías de víctima o victimario o los músicos tuviesen en serio que pedir perdón por tal comentario o tal letra, lo que desde ya constituye una soberana estupidez). La mitad del metraje está dedicada al éxito descomunal de Licensed to Ill en el contexto de la influencia decisiva de Rick Rubin y Russell Simmons, los dos mega chantas responsables de Def Jam Recordings, la primera compañía discográfica de los señores, y el resto del trabajo cubre en esencia la mudanza a Los Ángeles que caracterizó a Paul’s Boutique, Check Your Head e Ill Communication, dejando para el final el regreso a Nueva York desde Hello Nasty en adelante y un montaje de hilarantes participaciones -a modo de coda- de David Cross, Ben Stiller y Steve Buscemi en torno al rotundo fracaso comercial del segundo álbum al momento de su edición, en las postrimerías de la década del 80 y bajo el amparo de Matt Dike y The Dust Brothers (Michael Simpson y John King), luego responsables de otra obra maestra del ensamble lisérgico polirubro, el Odelay (1996) de Beck. Beastie Boys Story describe con precisión y un corazón gigantesco el variopinto viaje de Mike D, Ad-Rock y MCA y va más allá de simplemente homenajear a Yauch y los ídolos de siempre de los muchachos, Run-DMC, debido a que además pone de relieve el rol central de la experimentación en la creación artística, cuánto se diferenciaron de manera implícita del gangsta rap y el nü metal de los 90 y su peso en tanto figuras a imitar por ese hip hop futurista y neo soul que sobrevino con el nuevo milenio de la mano de músicos como OutKast, Kanye West, Missy Elliott, Beyoncé, Kendrick Lamar y Frank Ocean, amén del papel del budismo en la vida de MCA y su fuerte activismo político en pos de la liberación del Tíbet del control de las autoridades chinas…
Beastie Boys Story (Estados Unidos, 2020)
Dirección: Spike Jonze. Guión: Spike Jonze, Michael Diamond y Adam Horovitz. Elenco: Michael “Mike D” Diamond, Adam “Ad-Rock” Horovitz y Adam “MCA” Yauch. Producción: Spike Jonze, Amanda Adelson y Jason Baum. Duración: 119 minutos.