Todo The Rolling Stones

Un asalto político y cultural

Por Emiliano Fernández

Al hablar de The Rolling Stones, definitivamente la mejor y más terrenal banda de la historia del rock y un grupo artífice de un derrotero intrincado que empezó a principios de los años 60 con Mick Jagger en voz, Keith Richards y Brian Jones en guitarras, Bill Wyman en bajo y Charlie Watts en batería, la prensa y el público se suelen engolosinar con las millones de anécdotas circunstanciales e incluso con los detalles autobiográficos u opiniones de cada uno de los oyentes involucrados como si la música en sí, el tesoro fundamental detrás de todo, fuese una temática secundaria en crónicas que sufren el gran mal de la posmodernidad, el tic de privilegiar la superficie por sobre el contenido a raíz de la ignorancia, la soberbia y la franca idiotez narcisista de los bípedos de la década del 90 en adelante. Esta tendencia a entretenerse con los prejuicios y el trasfondo histórico laberíntico abarca a todos los artistas veteranos aunque los Stones lo padecen mucho más por su trayectoria de seis décadas, delirio que hace que en los melómanos se dé por sentado la obra en cuestión, se la subestime y no se la conozca por completo ni mucho menos ya que lo que prima es la sensación de que esas canciones clásicas siempre estuvieron ahí, al alcance del público e incorporadas en el inconsciente colectivo del mercado capitalista mundial, algo que por supuesto no es así porque alguien las compuso y cada una de ellas responde a una configuración expresiva concreta que se condice con los diferentes discos del grupo y las tribulaciones/ intereses/ contingencias de cada período.

 

En este sentido repasar la discografía completa de los Stones, una tarea ciclópea que requiere saltar de álbumes en estudio a discos en vivo, compilados y diversos piratas, resulta un acto de justicia periodística siempre y cuando el rock se mantenga como foco principal y el racconto histórico sólo intervenga para ilustrar determinados detalles de cada obra de arte explorada, precisamente la misión que aquí nos imponemos con la idea de brindar un merecidísimo homenaje a músicos de carne y hueso que ponen en vergüenza al aluvión de autómatas mediocres prefabricados de los circuitos mainstream e indie del nuevo milenio, una época a la que le cuesta horrores desembarazarse de la tecnofilia más baladí y recuperar una dimensión más humana -y por ello altisonante y contradictoria- de la producción artística, esa que en el caso de los genios británicos está vinculada al asalto político y cultural de izquierda contra un establishment que recibió burlas por parte de los señores tanto cuando estuvieron en el afuera como cuando fueron fagocitados por la industria cultural planetaria, por ello la peligrosidad de antaño puede estar difuminada desde los años 70 pero la banda ha mantenido su estampa de símbolo rebelde atemporal con agraciadas canciones que desde el talento y la osadía iconoclasta le sacan lustre a la leyenda.

 

Década del 60:

 

El álbum debut, The Rolling Stones (1964), y su versión estadounidense con un título por demás descriptivo, England’s Newest Hit Makers (1964), ya anticipan la fórmula ganadora que marcaría la carrera de los Stones, léase rhythm and blues + rock and roll primitivo + blues bien mugroso + alguna que otra balada popera, precisamente como la sublime Tell Me (You’re Coming Back), aquella primera composición acreditada a Jagger/ Richards que en su enorme soledad estaba rodeada de joyas de la época de la talla de Route 66, I Just Want to Make Love to You, Can I Get a Witness, Walking the Dog y esas Little by Little de Phil Spector, Not Fade Away de Buddy Holly y Carol de Chuck Berry. El esquema se reproduciría a rajatabla en The Rolling Stones No. 2 (1965) y 12×5 (1964), su duplicado heterodoxo yanqui con composiciones del EP inglés Five by Five (1964), aunque ahora con algunas pinceladas adicionales de influjo soulero e incluso boogie-woogie y rockabilly, además vale aclarar que entre los dos discos se acumulan cinco canciones originales del dúo, What a Shame, Grown Up Wrong, Off the Hook, Congratulations y Good Times, Bad Times, más dos temas que responden al seudónimo colectivo Nanker Phelge, Empty Heart y el instrumental 2120 South Michigan Avenue, canciones muy dignas condimentadas con covers como Everybody Needs Somebody to Love, Down the Road Apiece, It’s All Over Now, Confessin’ the Blues, If You Need Me, Susie Q y las monumentales Time Is on My Side de Irma Thomas, Under the Boardwalk de The Drifters, I Can’t Be Satisfied de Muddy Waters y dos clásicos de Berry, You Can’t Catch Me y Around and Around.

 

The Rolling Stones, Now! (1965), en esencia un disco ensamblado para el mercado norteamericano con los temas de The Rolling Stones No. 2 que no fueron a parar a 12×5, encuentra su razón de ser en las exquisitas Heart of Stone, el mejor Jagger/ Richards desde Tell Me (You’re Coming Back), y Little Red Rooster, el mega clásico del blues del querido Willie Dixon, con “premios consuelo” para las otras dos novedades del LP, Oh Baby (We Got a Good Thing Goin’), cover de Barbara Lynn Ozen, y Surprise, Surprise, un rockito sucio del dúo de cabecera, a futuro conocido como The Glimmer Twins. Con Out of Our Heads (1965) comienza el proceso de emparejamiento progresivo de las ediciones a ambas orillas del Océano Atlántico -a cargo de las compañías discográficas London, en yanquilandia, y Decca, en el Reino Unido- y también en general finaliza la primera etapa de la carrera de los Stones, más volcada al rhythm and blues que al rock blueseado estándar, aquí nuevamente cercano al soul de Mercy, Mercy de Don Covay, Hitch Hike de Marvin Gaye, That’s How Strong My Love Is de Otis Redding, Good Times de Sam Cooke y Cry to Me de Solomon Burke, pero también a unas guitarras que empiezan a tomar un protagonismo fundamental en canciones originales de la banda como The Last Time, One More Try y el himno (I Can’t Get No) Satisfaction y en cosillas ajenas como She Said Yeah de Sonny Bono y Roddy Jackson y la misma I’m All Right, versión en vivo del original de Bo Diddley, amén de joyas originales más tranquilas como Play with Fire, un experimento en el pop barroco, The Spider and the Fly, otro blues británico cínico de antología, I’m Free, aquel clasicazo con aires folk, y Gotta Get Away, cuasi balada injustamente olvidada.

 

December’s Children (And Everybody’s) (1965), lanzado exclusivamente en Estados Unidos, fue un álbum construido por London para aprovechar los temas desconocidos en el mercado local que habían aparecido en la acepción inglesa de Out of Our Heads, lo que a la postre significó el último disco del grupo compuesto en su mayoría por covers, ahora destacándose Talkin’ About You de Berry, You Better Move On de Arthur Alexander, Look What You’ve Done de Waters y la relectura hiper rockera de I’m Moving On, un estándar del country de Hank Snow, no obstante las verdaderas perlas son las canciones originales en sintonía con The Singer Not the Song, Blue Turns to Grey y las extraordinarias Get Off of My Cloud y As Tears Go By, esta última otra de las joyas del pop barroco de los Stones con el productor histórico, Andrew Loog Oldham, incluyendo un cuarteto de cuerdas y grabándola originalmente con Marianne Faithfull. La madurez definitiva llega de la mano de Aftermath (1966), un disco glorioso completamente compuesto por la dupla cuya versión británica supera por mucho a la estadounidense, más corta y no tan bien estructurada aunque con la inefable inclusión del himno Paint It Black, en suma un trabajo que generaría una explosión creativa en los años posteriores en todo el ámbito rockero mediante la oscuridad familiar drogodependiente de Mother’s Little Helper, la adorable misoginia de Stupid Girl y la espectorizada Take It or Leave It, el romance barroco de Lady Jane, los coqueteos soul de Under My Thumb y Think, el blues hiper adictivo de Doncha Bother Me, la psicodelia de la épica de más de 11 minutos Goin’ Home, el rockabilly deforme y decadente de Flight 505 y It’s Not Easy, el pop baladístico intoxicante de Out of Time, la idiosincrasia semi folk de I Am Waiting y el country de High and Dry y What to Do.

 

Got Live If You Want It! (1966), el primer LP en vivo de los Stones, no sólo es un testimonio histórico anecdótico, como tantas veces se dice en la prensa rockera de pocas luces, sino la confirmación de la aceleración extrema del tempo del rock para mediados de los años 60 y de la importancia de la suciedad y la precariedad en el género en sí y por supuesto del papel que la histeria del público juega en las grabaciones en directo, en esta ocasión sobresaliendo I’ve Been Loving You Too Long, bello cover de Redding, y la primera aparición en un long play de 19th Nervous Breakdown, single que luego iría a parar al excelente compilado doble Hot Rocks 1964-1971 (1971), y Have You Seen Your Mother, Baby, Standing in the Shadow?, otro sencillo supremo que en los 80 y 90 toda una nueva generación descubriría gracias a Singles Collection: The London Years (1989), recordada colección triple que incluía muchos Lados B y se volvería imprescindible para todo melómano estoneano que se precie de tal. En gran medida se puede aseverar que Between the Buttons (1967), el último álbum producido por el también manager Oldham, es una versión edulcorada y beatlesca de Aftermath aunque sin la potencia de aquellas canciones y con muchos floreos experimentales del multiinstrumentista Brian Jones y diversas joyas aisladas que se mueven entre el proto glam, la psicodelia, el music hall, el blues y el mentado pop barroco, como por ejemplo Let’s Spend the Night Together, Ruby Tuesday, Connection, Yesterday’s Papers, Cool, Calm & Collected, Back Street Girl, Complicated, Miss Amanda Jones y la hilarante Something Happened to Me Yesterday, la primera participación de Richards como vocalista, aquí cantando el estribillo mientras Jagger se ocupa de las estrofas.

 

Si bien Flowers (1967), estrictamente hablando, es un compilado de London de las versiones estadounidense y británica de Aftermath y Between the Buttons, se sostiene muy bien como un cuasi disco de estudio y además los tres temas inéditos, Sittin’ on a Fence, Ride On, Baby y un cover de The Temptations, My Girl, son lo suficientemente buenos como para reforzar la idea de un álbum temáticamente homogéneo correspondiente al “período vodevil freak” de los Stones. Autoproducido como una obvia respuesta a la fase psicodelia de The Beatles, aquella de Revolver (1966), Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) y Magical Mystery Tour (1967), Their Satanic Majesties Request (1967) constituye una rareza dentro de la discografía de los Stones que, como siempre en el caso de los desvaríos por parte del grupo, se sostiene en canciones individuales magistrales como 2000 Man, Citadel, In Another Land, la inmensa She’s a Rainbow, The Lantern y la epopeya lisérgica de seudo periplo espacial sesentoso 2000 Light Years from Home.

 

Beggars Banquet (1968), el primer disco producido por Jimmy Miller y el último con el cada día más alienado Jones, constituyó la segunda obra maestra de la banda luego de Aftermath y la primera ya metiéndose de manera directa en la arena de la contracultura más agitada o radical del período, efervescencia que se cuela no sólo en los tambores africanos/ candomberos de Sympathy for the Devil, las viñetas dylaneanas de Jigsaw Puzzle, los recodos metropolitanos marginales de Street Fighting Man y el lumpenproletariado santificado/ desarmado/ criticado en la legendaria Salt of the Earth, gospel cantado a dos voces por Richards y Jagger más un coro majestuoso para el remate final, sino también en la urgencia country y/ o bluesera de No Expectations, Dear Doctor, Prodigal Son y Factory Girl, sin olvidarnos de la mixtura de blues, rock pesado y proto metal de Parachute Woman y Stray Cat Blues. Así como la tapa original censurada del inodoro de Beggars Banquet derivó en una carátula blanca que le guiñaba el ojo al White Album (1968), trabajo doble formalmente autotitulado de The Beatles símil cuatro discos solistas maquillados, Let It Bleed (1969) hizo lo propio con Let It Be (1970) incluso antes del demorado lanzamiento de su contraparte, lo último de estudio editado por los muchachos de Liverpool, y en general funciona como una secuela del disco previo de los Stones y segunda joya al hilo, ahora muy volcada al costado más apocalíptico, agresivo y nihilista de la convivencia entre los seres humanos, por ello mismo la esperanza y el autoanálisis detallista de Beggars Banquet dejan paso a las odiseas sónicas viscerales Gimme Shelter, Midnight Rambler y especialmente You Can’t Always Get What You Want, amén del derrotismo de Love in Vain de Robert Johnson, la mugre existencial burlona de Country Honk, Live with Me, Let It Bleed y Monkey Man y la primera gran anomalía “marca registrada” del inconmensurable Richards, You Got the Silver, gesta del country rock que nos regaló su primera incursión en solitario como vocalista.

 

Década del 70:

 

En Get Yer Ya-Ya’s Out! (1970), último álbum para Decca/ London y segundo en vivo en esta ocasión orientado a ganarle en popularidad al pirata Live’r Than You’ll Ever Be (1969), por cierto uno de los primeros de su rubro de la historia del rock junto a Great White Wonder (1969) de Dylan y Kum Back (1970) de The Beatles, ya se aprecia el gran trabajo del guitarrista Mick Taylor a la hora de reemplazar a Jones, quien había sido expulsado del grupo en 1969 por sus problemas con el alcohol y las drogas, derivando en lo que podría definirse como el mejor trabajo en directo de los Stones, uno en el que brillan una Stray Cat Blues ralentizada, dos deliciosos covers de Berry, Little Queenie y la mítica Carol, y una de las primeras apariciones en LP de Honky Tonk Women, pensemos en la acepción country de Let It Bleed, Country Honk, y ese single de estudio que iría a parar a los compilados Hot Rocks 1964-1971 y Through the Past, Darkly (Big Hits Vol. 2) (1969), a su vez una secuela del seminal Big Hits (High Tide and Green Grass) (1966). Sticky Fingers (1971), otra de las obras maestras indiscutibles de los Stones, fue su primera placa bajo la empresa conjunta independiente Rolling Stones Records y la primera con arte de tapa de Andy Warhol y el famoso logotipo de la lengua y los labios de John Pasche y Craig Braun, en sí el modelo más o menos invariable para todos los discos futuros de la banda ya que por un lado solidifica el decadentismo contracultural típico de los señores y por el otro lado lo segmenta de manera brillante entre la lujuria hardrockera de Brown Sugar y Bitch, el pulso hipnótico slide de Sway y Sister Morphine, la dulzura poética apacible de Dead Flowers, I Got the Blues y Wild Horses, la premura cercana al jazz rock de Can’t You Hear Me Knocking, el laconismo maravilloso de un spiritual anónimo, You Gotta Move, y aquel cierre -una vez más, apocalíptico- de Moonlight Mile, balada que en simultáneo es una oda a las giras eternas del rock y una denuncia de la hipocresía del camino y la soledad del artista vulnerable real, bajado del pedestal de los tótems.

 

No hay mejor forma de definir al rock que mediante la contradicción de base detrás de Exile on Main St. (1972), eso de la banda de jóvenes millonarios ingleses exiliados en una mansión del sur de Francia por impuestos evadidos en el Reino Unido y para componer y grabar una retahíla sublime de canciones sobre el sur pobre de Estados Unidos, planteo que nos deja con una catedral de la música popular del Siglo XX que recorre géneros más o menos hermanados como la psicodelia sutil de Rocks Off, el rockabilly o proto punk de Rip This Joint, el blues de Turd on the Run, Ventilator Blues y los estupendos covers de Slim Harpo, Shake Your Hips, y Robert Johnson, Stop Breaking Down, el boogie rock de Casino Boogie, el rock soulero de Tumbling Dice, Loving Cup, Let It Loose y Soul Survivor, el country de Sweet Virginia y Torn and Frayed, el folk blueseado de la súplica por la liberación de la militante política marxista Angela Davis, Sweet Black Angel, la efervescencia proto glam de Happy y All Down the Line y el gospel de I Just Want to See His Face y Shine a Light, esta última un tributo amoroso a Brian Jones. Goats Head Soup (1973), la colaboración final con Miller en producción, definitivamente cae unos peldaños por debajo de la seguidilla previa de obras maestras que empezó con Beggars Banquet, sin embargo el disco marca un momento más que interesante de una banda ya veterana que trata de adaptarse al soft rock, el funk y el glam de comienzos de los 70 sin perder su personalidad ni su inventiva de choque, por ello sobresalen maratones funk como Dancing with Mr. D., 100 Years Ago y Doo Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker), aquel rock pesado blueseado de Silver Train, la gloriosamente hedonista Star Star aka Starfucker, respuesta velada de Jagger a You’re So Vain de Carly Simon, y alguna que otra epopeya soul símil Hide Your Love y alguna que otra balada como Coming Down Again o la célebre Angie.

 

It’s Only Rock ‘n Roll (1974) es algo así como Goats Head Soup con el espíritu y el enfoque caótico de producción de Exile on Main St., una jugada que tiene que ver con la madurez de Richards y Jagger, aquí ya produciendo bajo el seudónimo The Glimmer Twins, y con la idea principal de retomar tanto el rock más directo, sobre todo en If You Can’t Rock Me, Dance Little Sister y la canción que le da el título al disco, como el rhythm and blues de antaño en la impecable Ain’t Too Proud to Beg, cover de The Temptations, y el blues baladístico/ roots rock en Till the Next Goodbye, amén de coqueteos con el reggae en Luxury, el funk a lo Sly and the Family Stone en Fingerprint File y ese soft rock muy de moda en la intoxicante Time Waits for No One. A diferencia de otros compilados de los años 70 y 80 que resultan muy accesorios, en línea con Made in the Shade (1975), Time Waits for No One: Anthology 1971-1977 (1979), Sucking in the Seventies (1981) y Rewind (1971-1984) (1984), Metamorphosis (1975) cubre el período que va desde 1964 a 1970 y sí ofrece temas inéditos y rarezas varias con peso específico propio como una versión con cuerdas de Out of Time, el pop barroco Each and Everyday of the Year, un cover de Tampa Red, Don’t Lie to Me, el cuasi himno homosexual I’d Much Rather Be with the Boys, la insólitamente beatlesca (Walkin’ Thru The) Sleepy City, un acercamiento al terreno surf rock de The Beach Boys, Try a Little Harder, aquel sentido cover de Stevie Wonder, I Don’t Know Why, la maravilla country bizarra If You Let Me, dos descartes muy dignos de Let It Bleed, Jiving Sister Fanny y esa Downtown Suzie de Bill Wyman, uno sorprendente de Beggars Banquet, Family, el archiconocido Memo from Turner, tema principal de la película Performance (1970), de Nicolas Roeg y Donald Cammell, y una composición de 1969 que anticipa mucho de lo hecho en Exile on Main St., I’m Going Down.

 

Si bien no está del todo mal decir que Black and Blue (1976) tiene mucho de excusa para reemplazar al saliente Taylor, ya cansado de que no le den crédito como cocompositor en un puñado de canciones de los discos previos, proceso por el que pasaron Wayne Perkins, Harvey Mandel y el eventualmente victorioso Ronnie Wood, ex miembro de The Jeff Beck Group y Faces, la verdad es que el flamante repertorio se sostiene solo y profundiza todas las vertientes del acervo musical de los 70 trabajadas por la banda hasta ese momento, desde el reggae de Cherry Oh Baby y Hey Negrita hasta el funk -o cuasi música disco- de Hot Stuff y la épica soul de Memory Motel y Fool to Cry, más allá del blues erótico de bar Melody y el terreno hardrockero de siempre modelo Hand of Fate y Crazy Mama. El doble Love You Live (1977) forma parte de la larga lista de discos correctos en vivo de los Stones, en este caso con un excelente arte de tapa a cargo de Andy Warhol, responsable del revolucionario packaging de la cremallera de Sticky Fingers, y con un primer álbum respondiendo a la selección de canciones de Jagger y un segundo a la de Richards, así en conjunto resultan destacables el medley/ popurrí de If You Can’t Rock Me y Get Off of My Cloud y el surtido de covers del Lado A de la segunda placa, una linda tetralogía que abarca a Crackin’ Up, Mannish Boy de Muddy Waters y los viejos conocidos Little Red Rooster y Around and Around.

 

En esencia revigorizados por la presencia a tiempo completo en estudio de Wood y por una competencia mainstream e indie -intra mundillo rockero y popero- que ya los consideraba “piezas de museo”, los Stones en el perfecto Some Girls (1978) dan por terminada la etapa errática pero fascinante de Goats Head Soup, It’s Only Rock ‘n Roll y Black and Blue para estabilizar el sonido maduro del grupo e incorporar los últimos tres ingredientes cruciales a la mezcla, hablamos de la música disco de Miss You, la proto new wave de Shattered y el punk explosivo de Lies y Respectable, lo que por supuesto no les hace olvidar el rock and roll clásico de When the Whip Comes Down y Before They Make Me Run, el country de Far Away Eyes, el soul sufrido de Beast of Burden y Just My Imagination (Running Away with Me), gran cover de The Temptations, y el gracioso blues misógino de Some Girls.

 

Década del 80:

 

Emotional Rescue (1980) destila un poco más la fórmula del álbum clásico de 1978 y el resultado funciona como una colección simpática de descartes espirituales con aires muy retro o quizás en plan autohomenaje, entre los cuales brillan las exquisitas y muy famosas She’s So Cold, oda new wave a la calentura masculina no correspondida, y Emotional Rescue, el eurodisco con el falsete más memorable de la historia del rock, y se llevan el premio consuelo las muy disfrutables Dance (Pt. 1), a mitad de camino entre el funk y el disco, Send It to Me, un reggae cercano al rhythm and blues, All About You, una de las primeras baladas propiamente dichas de Richards, y ese popurrí de rockitos sucios que tanto amamos, Summer Romance, Let Me Go y Where the Boys Go. Quizás el mejor disco del rock compuesto enteramente de versiones hiper pulidas de descartes, primeras tomas y canciones incompletas, Tattoo You (1981), contra todo pronóstico, constituye una obra muy coherente que se aleja en gran parte de las influencias contemporáneas de trabajos previos y hasta apuesta por una partición conceptual bien férrea de Lado A rockero y Lado B baladístico, suerte de pugna implícita de la que sale victoriosa la andanada inicial de Start Me Up, todo un himno de “mediana edad aguerrida” de los ingleses, Hang Fire, pequeño y delicioso acercamiento al doo-wop punkeado, Slave, una zapada bluesera marca registrada, Little T&A, aquel excelente cuasi rockabilly de Richards, Black Limousine, un blues hardrockeado con maestría, y Neighbours, rock directo de convivencia malograda con nuestros semejantes, no obstante Heaven y Waiting on a Friend les pisan los talones en la orilla opuesta, la primera un hermoso tema etéreo/ psicodélico y la segunda el mega clásico de la música popular de finales del Siglo XX sobre la amistad masculina.

 

Correspondiente al tour de promoción de Tattoo You, Still Life (1982) no pasa de ser un álbum en vivo olvidable con un fuerte dejo sesentoso tanto en materia de su repertorio original, con cosillas como Under My Thumb, (I Can’t Get No) Satisfaction y Let’s Spend the Night Together, como en lo que respecta a los covers de turno, hoy Time Is on My Side y Just My Imagination (Running Away with Me) más las nuevas incorporaciones Twenty Flight Rock de Eddie Cochran y Going to a Go-Go de los souleros The Miracles. Undercover (1983), definitivamente el peor álbum de estudio de los Stones, es el producto de la pelea entre Jagger y Richards por el control de la banda en términos de management y dirección artística, el primero apostando a los collages new wave y el segundo obsesionado con las raíces blueseras y rockeras del grupo, por ello hay insinuaciones post punk y hip hop y por ello las alegorías políticas y mediáticas de Tie You Up (The Pain of Love), Too Much Blood, It Must Be Hell y Undercover of the Night conviven con el decadentismo tradicionalista de She Was Hot, Wanna Hold You, Too Tough y All the Way Down, sin grandes canciones más allá de Undercover of the Night y la autoparódica She Was Hot. Dirty Work (1986) por un lado fue una evidente superación del fallido Undercover, utilizando en especial el rock metalizado y repetitivo de mediados de los 80, y por el otro lado debe leerse desde la rivalidad in crescendo de los líderes de la banda, agresividad que oficia de latiguillo de manera explícita en One Hit (To the Body), Fight, Hold Back, Winning Ugly y Dirty Work y de modo tácito en temas más tranquilos o lúdicos -y mucho mejores, vale aclarar- como Too Rude, admirable cover por parte de Richards de Winsome del jamaiquino Half Pint, Had It with You, un rockito espléndido a lo Berry, la genial Harlem Shuffle, cover de la joya rhythm and blues de Bob & Earl (Bobby Byrd y Earl Nelson), y por supuesto Sleep Tonight, bella balada de piano del querido Keith.

 

Para fines de los 80 las carreras solistas de Jagger y Richards habían despegado y arrojarían resultados muy distintos, con el primero derrapando en sus dos primeros álbumes, She’s the Boss (1985) y Primitive Cool (1987), llegando a su cenit de la mano de Wandering Spirit (1993) y luego cayendo en la sobreproducción rutinaria de Goddess in the Doorway (2001), un trabajo de todos modos bastante digno, y con el segundo arrancando con una obra maestra, Talk Is Cheap (1988), y generando dos secuelas tardías que resultan muy amenas, Main Offender (1992) y Crosseyed Heart (2015), por ello mismo en su momento resultó toda una sorpresa la renovada comunión creativa detrás de Steel Wheels (1989), un trabajo majestuoso de “regreso a las fuentes” que ha envejecido muy bien desde su aparición tanto porque señaló el camino para los álbumes posteriores de la banda, léase un clasicismo que se lleva de maravillas con el rock alternativo, la new wave tardía y el naciente grunge, como debido a que nos regaló una colección de canciones estupendas de la talla de Sad Sad Sad, Mixed Emotions, Terrifying, Hold On to Your Hat, Rock and a Hard Place, Can’t Be Seen, Almost Hear You Sigh y Slipping Away.

 

Década del 90:

 

El disco en vivo Flashpoint (1991), correspondiente a la gira de Steel Wheels y en términos prácticos segundo “álbum souvenir” luego de Still Life, sobrepasa en intensidad, algarabía y honestidad a aquella placa y engloba las últimas participaciones de Wyman, quien sería reemplazado en el bajo por Darryl Jones después de abandonar el colectivo musical en 1993 para pasar más tiempo con su familia, lo que nos deja con un trabajo que aglutina clásicos y rarezas, incluye dos temas nuevos de estudio, la gesta política antibélica Highwire y el funk libidinoso Sex Drive, y en suma marcaría a fuego los futuros discos en directo de la misma forma que Steel Wheels lo hizo con las grabaciones de probeta sin público. Todos los que descubrimos a la banda a principios de los años 90 tenemos en alta estima a Jump Back: The Best of The Rolling Stones (1993), compilado insuperable que cubre el período 1971-1993 y no sólo sería el debut de los ingleses en Virgin Records, ya dejando atrás el contrato de distribución mundial con Sony Music que expiró en 1991, sino su primera antología en la lucrativa era del compact disc, donde los mismos temas se podían reempaquetar bajo la doble excusa de un audio digital eterno, ese que supera a su homólogo del cassette y los viejos vinilos, y de este magnífico rock de guitarras que vuelve a estar en boca de todos en el primer lustro de los 90 gracias al grunge de Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Stone Temple Pilots y Alice in Chains, entre muchos otros.

 

Con la llegada a Voodoo Lounge (1994) de Don Was, un fan de los Stones desde su infancia, queda de manifiesto que la banda encuentra al productor ideal ya que el aporte del norteamericano deja muy atrás a aquellos Steve Lillywhite de Dirty Work y Chris Kimsey de Undercover y Steel Wheels que hicieron lo que pudieron en los 80 pero sin redondear del todo un sonido que armonice el pasado y el presente al cien por ciento, así las cosas Was abandona el enfoque hardrockero/ alternativo/ metalizado de la década anterior y recupera la crudeza del querido “en vivo en el estudio” paradigmático de los Stones, una fórmula engañosa porque los señores siempre sobregrabaron muchísimo y lo maquillaron con el talento del ilusionista experto, ahora al servicio de neoclásicos como los números ultra rockeros Love Is Strong, Sparks Will Fly, You Got Me Rocking, I Go Wild y Mean Disposition, el pop barroco New Faces, el baladón Out of Tears, los funks contagiosos Brand New Car y Suck on the Jugular, el pop rockero desvergonzado Moon Is Up y dos maravillas muy reposadas/ reflexivas de Richards, The Worst y Thru and Thru. Proyecto realizado en plena fiebre por el ciclo Unplugged de MTV, Stripped (1995) es el típico producto de una mega banda que no se pone de acuerdo con la cadena inmunda todopoderosa de turno y decide autofinanciarse el capricho acústico de moda, aquí dando por resultado un disco extraordinario que rankea entre los mejores álbumes en vivo del grupo porque Was y The Glimmer Twins consiguen conjurar una intimidad y una energía creativa apabullantes como no veíamos desde hacía mucho tiempo a lo largo de ocho temas de estudio sin retoques, The Spider and the Fly, I’m Free, Wild Horses, Slipping Away, Sweet Virginia, Not Fade Away de Buddy Holly, Love in Vain de Robert Johnson y un flamante cover de Willie Dixon, Little Baby, y seis canciones grabadas en teatros pequeños, Street Fighting Man, Shine a Light, Let It Bleed, Dead Flowers, Angie y Like a Rolling Stone de Bob Dylan, esta última reapropiada con solvencia y arrojo.

 

The Rolling Stones Rock and Roll Circus (1996) fue la tardía edición en audio de un especial televisivo de 1968, dirigido por Michael Lindsay-Hogg y producido por Sanford Lieberson, que estaba destinado a ser emitido por la BBC como parte de la promoción de Beggars Banquet, un delirio sesentoso de temática circense que englobaba mínimas actuaciones -algunas con tracks originales de estudio sobre los que se cantaba- de Jethro Tull, The Who, Taj Mahal (Henry St. Claire Fredericks Jr.), Marianne Faithfull, The Rolling Stones y un supergrupo improvisado para la ocasión que se bautizó The Dirty Mac, banda compuesta por John Lennon en guitarra y voz, Yoko Ono en gritos varios, Richards en bajo, Eric Clapton -por entonces ex Cream- en guitarra, Mitch Mitchell de The Jimi Hendrix Experience en batería e Ivry Gitlis en violín, así el recital significó la última actuación de Brian Jones, encontrado ahogado en su piscina unos meses después, y una fuente inagotable de especulaciones acerca del verdadero motivo detrás de la decisión de “cajonear” el asunto, desde las drogas y las quince horas de rodaje hasta los celos para con Yer Blues de The Dirty Mac o quizás The Who y su estupenda A Quick One, While He’s Away del disco A Quick One (1966), no obstante visto a la distancia el set de los Stones se sostiene muy bien gracias a las monumentales Jumpin’ Jack Flash, Parachute Woman, No Expectations, You Can’t Always Get What You Want, Sympathy for the Devil y Salt of the Earth.

 

Bridges to Babylon (1997) padece el mismo problema de Goddess in the Doorway en materia de una típica sobreproducción mainstream de parte de Jagger que contrasta con la perspectiva mucho más despojada de Richards, quien trabajó con Rob Fraboni mientras Was mediaba entre ambos más el grupillo de productores que trajo el tremendo Mick, aquel de Danny Saber, Pierre de Beauport y The Dust Brothers (Michael Simpson y John King), éstos artífices de los legendarios Paul’s Boutique (1989) de Beastie Boys y Odelay (1996) de Beck, ensalada que genera algunas joyitas aisladas como el rockito furioso Flip the Switch, el rhythm and blues hiphopeado/ sampleado Anybody Seen My Baby?, el funk sorprendente Gunface, un reggae luminoso de Keith, You Don’t Have to Mean It, el gospel rockero sacrílego Saint of Me, aquellos coqueteos doo-wop símil Hang Fire de Too Tight y la delicadeza entre soulera y baladística del tema de cierre, How Can I Stop, otra linda composición de Richards. Resultado directo de la gira alrededor de Bridges to Babylon, No Security (1998) es un trabajo potable en vivo que se destaca por un esfuerzo adicional primero por dotar de nueva vida a canciones que quedaron opacadas en el disco de estudio de turno por otras mejores, en especial Thief in the Night y Out of Control, y segundo por elegir temas no tan tocados en los tours, una idea muy loable que nos lleva a disfrutar de Memory Motel de Black and Blue, Waiting on a Friend de Tattoo You, Sister Morphine de Sticky Fingers, Live with Me de Let It Bleed, The Last Time de Out of Our Heads y un par de covers prodigiosos, I Just Want to Make Love to You de Dixon y Corrina de Bo Carter, destacándose en especial el honor concedido al público argentino de incluir dos canciones grabadas el 4 de abril de 1998 en el Estadio River Plate, Saint of Me y Out of Control, las cuales más adelante derivarían en todo un bootleg/ pirata oficial con el concierto completo del día siguiente a disposición de los melómanos, Bridges to Buenos Aires (2019).

 

Década del 00:

 

El en vivo Live Licks (2004), surgido de la gira hermanada al lanzamiento del compilado doble Forty Licks (2002) en plan de celebrar los 40 años de la banda, se abre camino como una grata sorpresa porque opta por ampliar a todo un disco el concepto de No Security de rescate de obras maravillosas no tocadas en recitales, lo que nos deja con un primer álbum reglamentario de grandes éxitos y ese segundo trabajo muy interesante que compila joyas de diversa envergadura como Neighbours, Monkey Man, Rocks Off, Can’t You Hear Me Knocking, Beast of Burden, You Don’t Have to Mean It y When the Whip Comes Down, más covers de That’s How Strong My Love Is de Otis Redding, Everybody Needs Somebody to Love de Solomon Burke, Rock Me Baby de B.B. King y aquella The Nearness of You popularizada por la dupla de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong y aquí con la inefable voz de Richards.

 

En ocasión de A Bigger Bang (2005) los Stones se deciden a recuperar no sólo el sonido entre crudo y minimalista de Some Girls (1978), como tantas veces se ha dicho desde el lanzamiento del disco, sino también principalmente la idiosincrasia garage rock o elegante del revival rockero de principios del Siglo XXI, ese de The Strokes, Arcade Fire, The Libertines, Interpol, Yeah Yeah Yeahs, The White Stripes, Franz Ferdinand y The Black Keys, entre otras bandas que dejaron de lado el costado nihilista/ fatalista del grunge y la escena alternativa de los años 90 para centrarse en un decadentismo cerebral que, precisamente, supieron patentar los británicos allá lejos en los 60 y 70, por ello A Bigger Bang acumula una verdadera catarata de temas celestiales producidos por Was que giran en torno a la efervescencia punk de Rough Justice y Oh No, Not You Again, el himno meloso a lo Out of Tears de la power ballad Streets of Love, la picardía polirubro de Let Me Down Slow, This Place Is Empty y Driving Too Fast, el blues apocalíptico de Back of My Hand, el pop acústico de separación de Biggest Mistake, la pista de baile ultra funky de Rain Fall Down, Look What the Cat Dragged In e Infamy, las meditaciones sobre la mortalidad de Laugh, I Nearly Died y desde ya el ataque a los neofascistas, cristianos de derecha y neoliberales mierdosos del montón de la sublime Sweet Neo Con.

 

En gran medida con el espíritu de Metamorphosis, Rarities 1971-2003 (2005) es una digna colección de Lados B, ensayos, descartes, remixes y versiones alternativas y/ o en vivo que incluye anomalías de peso como Fancy Man Blues, el Lado B del single de Mixed Emotions, Anyway You Look at It, Lado B de Saint of Me, If I Was a Dancer (Dance Pt. 2), descarte/ zapada alternativa que ya había aparecido en Sucking in the Seventies, Wish I’d Never Met You, Lado B hiper bluesero de Terrifying, Through the Lonely Nights, Lado B de It’s Only Rock ‘n Roll (But I Like It), y un par de covers arrolladores, Let It Rock, tema de Chuck Berry que fue a parar al Lado B de Brown Sugar, y I Just Want to Make Love to You, el clásico de Dixon transformado en Lado B del maxi-single de Highwire, esta última por cierto una reflexión sobre cómo yanquilandia y el Reino Unido construyeron al por entonces dictador de Irak, Sadam Huseín, y después pretendieron darlo de baja a pura hipocresía en la Primera Guerra del Golfo (1990-1991). Shine a Light (2008), título que hace referencia a la joya de Exile on Main St. que ya había aparecido en Stripped, fue el soundtrack doble de la extraordinaria concert movie de Martin Scorsese acerca de un par de shows de los Stones en octubre y noviembre de 2006 en el Beacon Theatre de Nueva York, una experiencia memorable que se sostiene en dos pivotes fundamentales, el brío de un Jagger inspiradísimo y un repertorio plagado de hits e ilutres rarezas en vivo en línea con She Was Hot, All Down the Line, Loving Cup, Far Away Eyes, Some Girls, You Got the Silver, Connection y Little T&A, amén de una versión muy acertada de Champagne and Reefer, blues poco conocido de Muddy Waters.

 

Década del 10:

 

De la extensa serie de piratas oficiales que han venido editándose desde Brussels Affair (Live 1973) (2011), sin duda Some Girls: Live in Texas 78 (2011), de hecho el segundo, es el mejor porque traslada a la actuación en directo el rejuvenecimiento de la banda en ocasión de Some Girls, un recital que fue filmado por Lynn Leneau Calmes, en un registro visual asimismo imperdible, y que incorporó lecturas semi punks -o con una intensidad decididamente colosal- de Honky Tonk Women, Star Star, When the Whip Comes Down, All Down the Line, Beast of Burden, Miss You, Shattered, Respectable, Far Away Eyes, Tumbling Dice, Just My Imagination (Running Away with Me), Happy, Brown Sugar y Jumpin’ Jack Flash, más Love in Vain de Johnson y dos covers de Berry, Sweet Little Sixteen y Let It Rock. Último álbum con Charlie Watts en batería antes de su fallecimiento en 2021 por cáncer y eventual reemplazo con Steve Jordan de la banda solista de Richards, The X-Pensive Winos, Blue & Lonesome (2016) corrige el gran faltante de la carrera de los Stones, un disco propiamente dicho de covers de ese blues de Chicago que tanto los nutrió desde adolescentes, por ello se agradece la noción de fondo de combinar temas agitados como Just Your Fool de Buddy Johnson, Commit a Crime de Howlin’ Wolf, I Gotta Go y Hate to See You Go, ambos de Little Walter, Ride ‘Em on Down de Eddie Taylor y Just Like I Treat You de Willie Dixon con otros mucho más tranquilos como Everybody Knows About My Good Thing de Miles Grayson y Lermon Horton, I Can’t Quit You Baby del querido Dixon y Blue and Lonesome de Little Walter.

 

Década del 20:

 

Grrr Live! (2023), del tour por el grandes éxitos doble, triple y cuádruple GRRR! (2012), mamut del rubro que se suma a Honk (2019), rankea como lo mejor reciente en vivo de los señores, algo que abarca tanto trabajos de los últimos años como Hyde Park Live (2013), Havana Moon (2016) y Licked Live in NYC (2022) como aventuras de arqueología musical de distintas épocas en sintonía con Totally Stripped (2016), On Air (2017) y El Mocambo 1977 (2022), todo en función de lo ajustado que suena la banda y las grandiosas relecturas de Tumbling Dice con Bruce Springsteen, Gimme Shelter con Lady Gaga, You Can’t Always Get What You Want con el Coro de Trinity Wall Street y Midnight Rambler con Mick Taylor, un panorama al que se suman las buenas acepciones en directo de las dos composiciones nuevas de GRRR!, Doom and Gloom y One More Shot, y dos covers espectaculares de Going Down de Don Nix y Who Do You Love? de Bo Diddley, aquí interpretada junto a The Black Keys. Hackney Diamonds (2023), primer disco con material nuevo en 18 años, es el ejemplo perfecto de cómo debería sonar un grupo de rock con seis décadas a cuestas, en sí balanceando por un lado el clasicismo detrás de la composición y la ejecución, siempre sostenido en la potencia de la música, y por el otro lado la producción muscular atemporal que en su momento concibió Don Was y hoy por hoy retoma Andrew Watt, quien reencauza a la banda hacia una frescura mugrosa inconmensurable que le permite ser ella misma sin ningún tipo de latiguillo, pose, facilismo o maquillaje excesivo de estudio, en este sentido las doce canciones se pasean con comodidad e impertinencia discursiva por el rock pesado de Angry, el pop furioso de Get Close, la balada de Depending On You, el cuasi punk de Bite My Head Off, la new wave disimulada de Whole Wide World, el country etéreo de Dreamy Skies, aquel ampuloso de Driving Me Too Hard, la música disco de Mess It Up, los aires rockabilly de Live by the Sword, la melancolía popera de Keith de Tell Me Straight, el gospel de Sweet Sounds of Heaven y el blues de la esplendorosa coda del disco, Rolling Stone Blues, cover de la canción que le dio el nombre a la banda allá en el año 1962, Rollin’ Stone de Muddy Waters.

 

FIN.