El feminismo misándrico radical, ese que todo lo explica mediante el patriarcado y nada sabe de la conciencia social o los múltiples atropellos adicionales -mucho más importantes, por cierto- del capitalismo, siempre existió como secta desde mediados del Siglo XX pero como todo fundamentalismo para idiotas del montón ha venido ganando adeptos porque las redes sociales y la impulsividad bobalicona/ facilista del nuevo milenio constituyen un terreno fecundo para los chiflados que ven fantasmas y enemigos al acecho por todos lados. Durante los últimos años estas feminazis han estado atestiguando con espanto el ascenso de su opuesto exacto, los cultos de extrema derecha misógina y hambreadora/ neoliberal que las consideran un chiste viviente y las utilizan como excusa para eliminar toda conquista concerniente a esa mentada “perspectiva de género”, eufemismo por la discriminación, estigmatización o demonización del varón como si las mujeres fuesen todas unas santitas, en este sentido el choque entre las dos posiciones suele darse en el ámbito público a partir de una indignación impostada e hilarante frente a propuestas legislativas, debates de moda o determinados sucesos con potencial de polémica, casi siempre casos policiales que ponen en evidencia lo poco que sirven los extremismos para comprender la realidad y lo mucho que usan los grupos de presión -sean los presentes o cualquier otro- las excusas ocasionales para precisamente hacer lobby en favor de sus intereses más dogmáticos, ciegos y egoístas.
En Argentina el feminismo asexual o de concha seca, bien oscurantista e hipócrita en lo que atañe al sexo, quedó en ridículo sobre todo gracias a dos casos que lo hicieron perder buena parte de sus conquistas en una opinión pública ya hastiada de la autovictimización de la hembra y la condena automática del macho, hablamos en primera instancia del asesinato en 2017 en Gualeguaychú, en la Provincia de Entre Ríos, de Fernando Gabriel Pastorizzo de 20 años de dos tiros a manos de su pareja/ ex novia Nahir Galarza, de hecho la señorita más joven del país a la hora de recibir una sentencia de prisión perpetua porque contaba con 19 años, y en segundo lugar de la violación, tortura y óbito en 2021 en Santa Rosa, Provincia de La Pampa, de Lucio Abel Dupuy de 5 años de edad por parte de su madre, Magdalena Espósito Valenti de 24 años, y la novia marimacho de la anterior, Abigail Páez de 27 años, dos lesbianas abiertamente odiadoras de los hombres que se ensañaron con el chiquillo hasta matarlo, por lo que también recibieron una condena de prisión perpetua. En ambos casos la violencia contra el varón, tantas veces obviada en las estadísticas institucionales y naturalizada en la legislación familiar y el servicio militar obligatorio de muchas naciones, pasó al primer plano porque las homicidas se escudaron en esos comodines de la clásica autovictimización femenina del Siglo XXI y/ o la mirada sesgada de un aparato estatal que relaciona a la vagina con lo bueno y al pene con lo malo, entre otros absurdos y desvaríos.
Nahir (2024), obra fallida dirigida por Hernán Guerschuny y escrita por Sofía Whilhelmi en función de lo que sería la “versión oficial” de la convicta en plan de una autoexoneración, se engloba en el campo de los docudramas insípidos que los servicios de streaming de hoy en día -en este caso Amazon Prime Video- se obsesionan con producir para dar un gustito local apócrifo a catálogos cada vez más flacos, pobres y/ o redundantes porque casi todo lo que ofrecen proviene exclusivamente de yanquilandia o copia su tono narrativo, estrategias de producción y factura técnica concreta. El argentino Guerschuny, un realizador mediocre especializado en comedias olvidables como El Crítico (2013), Una Noche de Amor (2016), Recreo (2018) y Doble Discurso (2023), va y viene a nivel cronológico entre el período previo y la etapa posterior al crimen y sinceramente ofrece una primera media hora hiper soporífera en la que ensaya un desarrollo de personajes símil “amor adolescente”, aquí entre Galarza (Valentina Zenere) y un sustituto de Pastorizzo porque definitivamente la producción no consiguió un acuerdo con la familia de la víctima, ahora llamado Federico (Simón Hempe), no obstante la película luego levanta un poco la puntería cuando por fin empieza el circo jurídico e intervienen un poco más los padres de la psicópata, Marcelo Galarza (César Bordón) y Yamina Kroh (Mónica Antonópulos), lo que a su vez implica un desfile cinematográfico por los cuatro testimonios diferentes que dio Nahir sobre el hecho.
Dicho de otro modo, la propuesta pasa de la telenovela trasnochada de los minutos iniciales a un thriller judicial de femme fatale que se debate entre la dinámica de la familia (Marcelo es un policía que hegemoniza el clan y fetichiza a Nahir porque el otro vástago tiene una deficiencia cognitiva), la pareja en cuestión (las infidelidades, el histeriqueo y los insultos eran moneda corriente entre los jóvenes) y finalmente la defensa en ocasión del proceso legal (la chica pasa de un abogado familiar amparado por el patriarca a una chupasangre feminista de la Capital Federal). La puesta en escena asimismo mejora a medida que avanza el metraje y sin duda lo más atractivo del mediocre film se condice con la actuación de Zenere, una actriz que le copia todos los tics a la eternamente anodina protagonista y que venía de participar en productos chatarra de Disney y Netflix, y con las sucesivas versiones que brinda la manipuladora y mitómana compulsiva de Nahir, primero negando estar donde ocurrieron los disparos, en una calle de Gualeguaychú de madrugada, después afirmando que asesinó al muchacho con alevosía robándole la pistola a su “papi represor”, a posteriori cambiando un poco el asunto para mostrarse como una pobre víctima de un novio violento y al final directamente acusando a su padre, quien según ella acribilló a Federico/ Fernando y lo dejó tirado junto a su motocicleta. El film se esfuerza demasiado por crear un manto de misterio alrededor de Galarza pero sólo logra empantanar su punto de vista regurgitado…
Nahir (Argentina, 2024)
Dirección: Hernán Guerschuny. Guión: Sofía Whilhelmi. Elenco: Valentina Zenere, Simón Hempe, César Bordón, Mónica Antonópulos, Felipe Canullan Weise, Ramiro Vayo, Nacho Gadano, Darío Levy, Pedro Risi, Mariel Neira. Producción: Lionel Diacovetzky y Ariel Ferrero. Duración: 107 minutos.