El Vengador Tóxico (The Toxic Avenger)

Un típico día en Tromaville

Por Emiliano Fernández

Vivimos en un tiempo en el que un minuto de cualquier película de Troma Entertainment, la famosa productora fundada en 1974 por Lloyd Kaufman y Michael Herz, resulta más valioso que casi toda la producción anual de los grandes estudios de Hollywood, emporio multimillonario mierdoso que nunca deja de generar basura olvidable y muy mediocre en contraposición a la basura contracultural y deliciosamente demente de los productos del dúo. La principal fuerza creativa, sin tampoco desmerecer los aportes del fiel Herz, siempre fue Kaufman alias Samuel Weil, “cara visible” de la compañía y un señor que tendría un ecléctico recorrido profesional hasta el primer éxito en taquilla de Troma, la graciosa El Vengador Tóxico (The Toxic Avenger, 1984), pensemos que Lloyd anteriormente se dedicó a la pornografía, se encargó de comedias eróticas tontuelas como Squeeze Play! (1979), Waitress! (1982), Stuck on You! (1983) y The First Turn-On! (1983), todas dirigidas por los jefazos y a su vez precedidas por la similar Sugar Cookies (1973), de Theodore Gershuny, e incluso trabajó de productor para terceros en propuestas varias como el slasher Silent Night, Bloody Night (1972), obra de Gershuny para Cannon Films, y la cruza de ciencia ficción y faena bélica The Final Countdown (1980), opus mainstream de Don Taylor distribuido por la United Artists, pelotón en el que se destacan sus primeras incursiones en el terror, léase Mother’s Day (1980), sátira muy ácida sobre la cultura televisiva dirigida por su hermano Charles Kaufman, Screamplay (1984), faena inusitadamente onírica de Rufus Butler Seder, Zombie Island Massacre (1984), trasheada de supervivencia de John Carter, y la ya citada Silent Night, Bloody Night. En sí el “período de oro”, en caso de que esa noción se pudiese aplicar en serio a Troma, abarca el segundo lustro de los años 80, una etapa en la que las producciones de la empresa tuvieron un éxito considerable en el circuito independiente porque sintonizaron a la perfección con el cinismo de la época y parodiaron el costado más family friendly del enclave hollywoodense de entonces, uno de transición entre el cine de adultos de los años 70 hacia atrás y toda esa avanzada infantiloide descerebrada posterior.

 

El Vengador Tóxico, en este sentido, no sólo permitió la expansión de Troma, en términos de distribución en salas y video hogareño, y construyó el perfil institucional mediante una farsa polirubro y pirotécnica, en esencia exacerbando los ingredientes de Mother’s Day, sino que además marcó el nacimiento de otros clásicos menores de la firma como Class of Nuke ‘Em High (1986), parodia rústica de Kaufman y Richard W. Haines de las comedias estudiantiles del período que fue muy exitosa en su momento, Troma’s War (1988), ataque explícito, pomposo y muy hilarante de Herz y Kaufman contra el cine de acción ochentoso y el imperialismo belicista del gobierno de Ronald Reagan, y Sgt. Kabukiman N.Y.P.D. (1990), otro clásico de la dupla aunque en este caso vía un surrealismo que combina el film noir de vigilantes, el horror esotérico y el chanbara o cine de samuráis, sin olvidarnos de productos muy dignos de Troma en línea con Combat Shock (1984), de Buddy Giovinazzo, y Monster in the Closet (1986), opus de Bob Dahlin, y otros un tanto impresentables pero simpáticos como Blood Hook (1986), de Jim Mallon, Def by Temptation (1990), de James Bond III, y la dos secuelas reglamentarias, The Toxic Avenger Part II (1989) y The Toxic Avenger Part III: The Last Temptation of Toxie (1989), ambas dirigidas por Kaufman y Herz. El guión del debutante Joe Ritter, futuro operador de steadicam, está inspirado en una historia de Lloyd y gira en torno a Melvin Ferd Junko III (Mark Torgl), un empleado de limpieza del gimnasio de Tromaville, ciudad de Nueva Jersey que se autodefine con orgullo
como “la capital de los residuos químicos tóxicos del mundo” y cuya rutina diaria es un tanto estrambótica, donde el joven es humillado repetidamente por un grupito de burgueses que adora atropellar con su coche a ancianos, nenes en bicicleta, bebés, perros y toda una gama racial centrada en italianos, judíos, negros, chinos y puertorriqueños, hablamos del líder Bozo (Gary Schneider), su amigo Slug (Robert Prichard) y las putonas celestiales de Wanda (Jennifer Babtist) y Julie (Cindy Manion), esta última la novia de Bozo y encargada de hacer que Melvin se ponga un tutú rosa para que los clientes del gimnasio se rían de él.

 

Cuando en un arrebato de histeria salte por una ventana del lugar y caiga dentro de unos barriles de desechos tóxicos que justo estaban ahí porque un par de camioneros habían estacionado el vehículo de turno para aspirar cocaína, el muchacho se prende fuego, sale corriendo a la casa de su mamá (Sarabel Levinson) y en el baño del hogar se transforma en un mutante enorme con una fuerza sobrehumana, un rostro desfigurado, ese inefable tutú ahora teñido de verde y un trapeador como arma fundamental (cuerpo de Mitch Cohen, voz melodiosa de Kenneth Kessler). Pronto se convierte en un superhéroe cuando revienta a unos narcotraficantes comandados por el afroamericano Cara de Cigarro (Dan Snow), quien trabaja para el alcalde de Tromaville, el gordinflón mafioso y putañero Peter Belgoody (Pat Ryan), cuando pretendían dispararle en los testículos a un policía que no acepta sobornos, el Oficial O’Clancy (Dick Martinsen), por ello es celebrado como un campeón popular por la prensa y bautizado El Vengador Tóxico o Toxie al punto de ganarse una novia cieguita, la hermosa Sara (Andree Maranda), a quien tres facinerosos que ingresan a un restaurant mexicano intentan violar e incluso le matan a su perro guía, por ello se venga de ellos de maneras ultra cruentas y después se va a vivir con la ninfa a un depósito de chatarra. Luego de reventar a proxenetas de furcias menores de edad, ayudar a una viejita a cruzar la calle y abrirle un frasco a una ama de casa, Melvin, gracias a este absurdo tendiente a inyectarle sadismo nihilista a aquellas fórmulas cómicas de los Looney Tunes y las Merrie Melodies, ajusticia al cuarteto homicida pero es objeto de una “campaña sucia” por parte del alcalde y su jefe de policía filonazi (David Weiss), los cuales ocultan a los periodistas que la última víctima del engendro, una enana en apariencia inofensiva, es la cabeza de una operación de tráfico de personas y mano de obra esclava. El alcalde le pide al gobernador ayuda y de inmediato llega la Guardia Nacional con tanques y muchas tropas, no obstante el pueblo de Tromaville -sobre todo su madre y O’Clancy- defiende al héroe y éste introduce su mano derecha en el abdomen del panzón y le saca las tripas, parte de su cruzada contra el crimen.

 

El equipo de Troma, muy cercano a otros ídolos de la Clase B freak norteamericana como Herschell Gordon Lewis, Roger Corman, William Castle, Russ Meyer, John Waters, Frank Henenlotter y el primer Sam Raimi, en ocasión de El Vengador Tóxico entrega la película mejor narrada de todas las de la compañía, la más entretenida, la más inteligente, la menos esquemática y sinceramente la única con una duración justa ya que no se extiende más de lo conveniente, éste un problema repetido de gran parte de los productos de Herz y Kaufman. En sí una amalgama de alegoría ecologista, comedia de horror, obra de linaje comiquero, erotismo trash, ciencia ficción hiper gore y burla del cine familiar mainstream y del sustrato conservador y mentiroso del reaganismo neoliberal, el film aglutina un cúmulo de lo que más adelante serían marcas registradas de Troma, recordemos los cráneos destrozados, los “pobres diablos” en llamas, las mutaciones bastante apestosas, las imágenes térmicas, toda esa violencia contracultural, los travestis, las meretrices tetonas, las pandillas, la picardía softcore, las actuaciones hiperbólicas, los mariquitas decorativos, las drogas y el alcohol, la corrupción metropolitana, los sindicatos delictivos, esos infaltables golpes en las bolas, el humor grasiento, algún que otro montaje irónico recopilatorio, el exploitation mordaz, las excelentes escenas truculentas y/ o de acción, los autos volcados y explotados, el slapstick macabro, los múltiples delirios semi adolescentes y aquella sátira fantástica que hoy toma elementos de The Bride of Frankenstein (1935), de James Whale, A Clockwork Orange (1971), de Stanley Kubrick, Young Frankenstein (1974), de Mel Brooks, Mad Max (1979), de George Miller, Altered States (1980), de Ken Russell, y The Elephant Man (1980), de David Lynch. Todas las propuestas de Troma siempre fueron muy libres y se alejaron del puritanismo castrado de la gran industria del cine, sin embargo sólo aquí la compañía pudo canalizar semejante desparpajo y malicia en una obra verdaderamente redonda que unifica la ampulosidad ideológica terrorista y una concisión narrativa que se sirve del latiguillo del monstruo que ayuda pero sin transar con la sociedad, sin renunciar a su quid destructor…

 

El Vengador Tóxico (The Toxic Avenger, Estados Unidos, 1984)

Dirección: Lloyd Kaufman y Michael Herz. Guión: Joe Ritter. Elenco: Mitch Cohen, Andree Maranda, Mark Torgl, Kenneth Kessler, Gary Schneider, Robert Prichard, Pat Ryan, Cindy Manion, Jennifer Babtist, Dick Martinsen. Producción: Lloyd Kaufman y Michael Herz. Duración: 82 minutos.

Puntaje: 9