De la mano de la Embajada de la República de Alemania en Buenos Aires, el Goethe Institut y German Films, y dirigido una vez más por el incansable Gustav Wilhelmi, regresa por vigésima tercera oportunidad el Festival de Cine Alemán en Buenos Aires del 7 al 13 de septiembre de 2023, nuevamente en su sede habitual de Cinépolis Recoleta, complejo ubicado en Vicente López 2050 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Como todos los años el festival trae a Buenos Aires un panorama muy completo del cine alemán del último año, que incluye la nueva película de Christian Petzold, cuyas obras suelen presentarse en el festival para luego estrenarse en las salas argentinas, como es el caso de Cielo Rojo (Roter Himmel, 2023) y en los años anteriores las recordadas Undine (2020) y Transit (2018). Petzold ya había estrenado anteriormente en Argentina la multipremiada Bárbara (2012) y Phoenix (2014), que llegó bajo el título de Ave Fénix. También tendrán su lugar Chau, Buenos Aires (2023), la ópera prima de ficción del director germano argentino Germán Kral, sobre la crisis de finales de 2001, Lo que no Vemos (Im Toten Winkel, 2023), de la directora turca Ayse Polat, que también se estrenará en salas argentinas, la comedia Franky Five Star (2023), de Birgit Möller, Los Extras (The Ordinaries, 2022), de Sophie Linnenbaum, Más Allá de mi Piel (Aus Meiner Haut, 2022), de Alex Schaad, Orphea Enamorada (Orphea in Love, 2022), de Axel Ranisch, Sissi & Yo (Sisi & Ich, 2022), de Frauke Finsterwalder, sobre la emperatriz Elizabeth de Austria, el drama generacional Vamos a la Playa (2022), de Bettina Blümmer, y la película para toda la familia Alfons Zitterbacke – ¡Por Fin Excuesión! (Alfons Zitterbacke – Endlich Klassenfahrt!, 2022), de Mark Schlichter. Como siempre asimismo habrá lugar para un documental, en este caso Una en un Millón (One in a Millon, 2022), de Joya Thome, film sobre la identidad digital en el mundo actual, y nueve cortos seleccionados del Next Generation Short Tiger, que conforman la grilla completa de esta nueva edición del Festival de Cine Alemán en Buenos Aires.
Chau, Buenos Aires (2023), de Germán Kral:
Un nuevo comienzo
Desde ya hace mucho tiempo, al cine argentino le cuesta al menos veinte años adentrarse seriamente en los eventos traumáticos de su historia, como si de alguna manera necesitáramos como sociedad de un tiempo prudente para comprender y abordar qué nos pasó para asimilarlo.
Para adentrarse en estos eventos el director de origen argentino y nacionalidad alemana Germán Kral regresa a noviembre de 2001 para seguir los pasos de Julio Färber (Diego Cremonesi), un bandolonista hijo de inmigrantes alemanes, de una banda del sur de la Ciudad de Buenos Aires, Vecinos de Pompeya, que toca asiduamente en Glorias Argentinas, uno de esos bares notables del sur de Buenos Aires venidos a menos, con poco público, que no puede pagarle a los músicos, cuyo dueño, El Polaco (David Masajnik), vive pensando en tragedias cósmicas que le ayudan a sobrellevar las malas noticias locales, siempre menos significativas si se las compara con el devenir del universo. Con el país a punto de explotar, un presidente sin apoyo político aferrado a la insostenible ley de convertibilidad entre el peso y el dólar, y con la presión internacional por una devaluación, y personalmente ya cansado de remarla, con un negocio de venta de zapatos en Nueva Pompeya heredado de su fallecido padre que ya no funciona, Julio decide hacer el camino inverso al que hicieron sus padres, regresando a Alemania, que se prepara para adoptar una nueva moneda, el euro, abandonando el marco alemán. Sin decirle nada a sus compañeros de la banda y amigos de toda la vida, Julio inicia los trámites para emigrar junto a su padre y su hija, Paula (Violeta Narvay), una adolescente que no quiere irse de la Argentina y le plantea que prefiere irse a vivir con su madre, Ana (Alexia Moyano), quien los abandonó hace varios años.
Cruzando el puente Alsina que une Nueva Pompeya con Valentín Alsina, el auto de Julio choca con el taxi conducido por Mariela (Merina Bellati), una madre soltera con un hijo sordomudo, Pablito (Matias Luque Benante), que intenta salir adelante en una profesión asociada a la masculinidad. Mariela huye del lugar sin darle los datos del seguro a Julio, por lo que el hombre acude a la empresa para intimar a que se hagan cargo del arreglo del auto, que termina en el taller mecánico de Tito (Rafael Spregelburd), el contrabajista de la banda. Entre Julio y Mariela nace una cálida historia de amor en medio de la debacle política y económica, los saqueos, las protestas, la represión y el congelamiento de las cuentas de ahorro bancarias.
Germán Kral, conocido por sus documentales El Último Aplauso (2009) y Un Tango Más (2015), culmina con Chau, Buenos Aires (2023) un camino iniciado en 2003 con las primeras notas de lo que luego sería el guión de la película, escrita junto al argentino Fernando Castets, que trabajó en una de las épocas más prolíficas de Juan José Campanella, colaboración que va desde El Mismo Amor, la Misma Lluvia (1999) hasta Luna de Avellaneda (2004), y el guionista alemán Stephan Puchner. El guión es muy rico en información sobre la cultura argentina y la crisis del 2001 pero sin abrumar al espectador con detalles irrelevantes, ofreciendo una trama sólida que cierra perfectamente, desarrollando la personalidad y la historia de cada uno de los personajes de la película. Carlos (Carlos Potaluppi), el baterista, es un apostador empedernido fanático de los números que ha perdido el trabajo, pierde todos sus ahorros en apuestas y es abandonado por su esposa, que lo echa de la casa cuando se entera de que su esposo sigue apostando con el dinero de la indemnización a pesar de haberle jurado que no lo iba a hacer más. Su obsesión con los números lleva a la banda a buscar y encontrar a un viejo cantante de tango recluido en un geriátrico, Ricardo Tortorella (Mario Alarcón), que se suma al grupo cuando el cantante anterior decide irse del país para escapar de la situación económica apremiante de recesión y desocupación que vivía la Argentina. El violinista, Atilio (Manuel Vicente), es un profesor de historia jubilado que siempre hace hincapié en la coherencia ética y en la necesidad de luchar por los derechos, por lo que decide tomar una decisión radical en el final en detrimento de la banda. Incluso Tito, el canchero violonchelista, es el dueño de un taller mecánico que vive día a día y su socarrona personalidad esconde las típicas avivadas porteñas que ponen los pelos de punta a los que no las comprenden o no aceptan este tipo de avivadas argentinas.
La película condensa muy bien todas las cuestiones de la historia argentina de fines de los noventa y principios de la década del 2000 con la tradición del país, eligiendo muy bien posicionar la escenografía en el sur de la ciudad de Buenos Aires, lugar siempre relegado de la metrópoli, con música de tango de fondo, con los jóvenes escuchando rock y planteando la esperanza de un cambio de época, haciendo alusión a la corrupción, al pago de coimas en el Senado de la Nación para la modificación de la Ley de Contrato de Trabajo en el año 2000, ominosamente nunca retrotraída al momento anterior y sin un verdadero castigo a los políticos que recibieron coimas y avalaron ese despropósito. Todo esto se combina muy bien con el aumento de la desocupación, las protestas, la quiebra de los negocios familiares y una máxima que se repite cada tanto, eso de que la única salida a la crisis es el Aeropuerto de Ezeiza con un pasaje de ida, características que arrecian como olas de un tsunami la realidad argentina.
Esta coproducción entre Alemania y Argentina también se destaca por trabajar con actores que usualmente no son protagonistas u ocupan un rol mucho más secundario del que tienen en Chau, Buenos Aires, una película en la que Kral logra que se destaquen todos los personajes. Marina Bellati y Rafael Spregelburd enfatizan su costado más cómico con mucha versatilidad, pero Carlos Potaluppi, David Masajnik y especialmente Mario Alarcón también aportan una cuota de humor y otra de seriedad que matiza un poco la historia trágica y la ética representada por el personaje de Manuel Vicente y las contradicciones del personaje interpretado por Diego Cremonesi, que siente que se debe ir para progresar y darle una oportunidad a su hija, Paula, interpretada por la joven actriz Violeta Narvay, que tiene también un papel relevante al igual que la madre de Julio, Dorothe, caracterizada por la actriz argentina de ascendencia germano-noruega Regina Lamm. Hasta Luis Ziembrowski se luce en un papel menor como el asesor de un político corrupto, el senador Salinas, compuesto por Mario Mahler. A pesar de ser una coproducción, el lunfardo porteño es una de las características más resonantes del lenguaje de la película, con un guión que no escatima en las inflexiones de nuestra cultura y nuestra forma de expresarnos.
Chau, Buenos Aires es una obra muy sentimental, capaz de hacer reír y llorar, de emocionar y de recordar la indignación que sentimos en aquella época, que ofrece un mensaje de esperanza a la vez que retrotrae a un período muy caótico del país, que para algunos fue una debacle, la pérdida de los ahorros, una caída social muy fuerte, y para otros, un nuevo comienzo, la rotura final de las cadenas que nos ataban a los últimos vestigios de la última dictadura Cívico-Militar, como dice la película, una oportunidad en lugar de una tragedia para repensarnos como ciudadanos y empezar de nuevo.
Cielo Rojo (Roter Himmel, 2023), de Christian Petzold:
Sueño de un incendio de verano
El realizador alemán Christian Petzold trabajó siempre muy cerca de Harun Farocki, el gran cineasta y teórico del cine alemán, famoso por sus documentales experimentales y fallecido en 2014. De él tomo esa veta experimental, una necesidad de agregar algo que introduzca al espectador en un mundo desconocido y lo saque del marasmo de la alienación cotidiana.
En Cielo Rojo (Roter Himmel, 2023), Petzold sigue a un joven escritor, León (Thomas Schubert), que se aleja de Berlín con su mejor amigo, Félix (Langton Uibel), a la casa de campo de la familia del segundo en el norte del país para que ambos trabajen en sus respectivas obras y de paso escapar del calor agobiante de la ciudad en un tórrido verano. León debe terminar su segunda y esperada nueva novela mientras que Félix pretende crear un porfolio fotográfico que le permita entrar en una prestigiosa academia de fotografía. Ya desde el comienzo del film algo extraño sucede. El auto se rompe a varios kilómetros de la casa y ambos deciden adentrarse en el bosque para acortar camino. Félix se adelanta y León queda solo en el bosque custodiando las valijas, escuchando los amenazantes y disruptivos sonidos del bosque que se parecen muy poco a las resonancias asociadas al agreste paisaje acosado por los incendios forestales producto del calor y los descuidos del hombre. Finalmente llegan a la casa y descubren que tienen que compartir el hogar con una joven y esquiva inquilina amiga de los padres que tiene relaciones sexuales con su novio, un guardavida de la zona, que le impide descansar a los dos recién llegados y se va muy temprano antes de que ellos se hayan levantado. Los recelos ante la intrusa devienen en fascinación cuando ambos conocen a Nadja (Paula Beer), la bella, misteriosa y encantadora mujer de la que poco sabían. León se enamora perdidamente de ella, por lo que maltrata a su novio, Devid (Enno Trebs), que a su vez comienza una relación con Félix. La atracción de León hacia Nadja se manifiesta a través de una contradictoria expresión de calidez y maltrato, apertura y cierre de su universo emocional a medida que la mujer va penetrando en las distintas capas protectoras de su psiquis y su ego artístico, que queda dañado cuando Nadja critica ferozmente la nueva novela de León. Mientras Félix y Devid prosiguen su relación y León y Nadja su juego de atracción y rechazo, el editor del escritor, Helmut (Matthias Brandt), llega al lugar para trabajar en la novela pero termina pasando más tiempo con Nadja, que resulta ser una crítica literaria. A todo esto, las llamas de los incendios que en un primer momento parecían lejanas se acercan cada vez más, amenazando la idílica tranquilidad del lugar.
En esta tragicomedia dramática que rompe todas las reglas de los géneros cinematográficos, el director intenta que el espectador compenetre su mirada con la de León, que sienta incomodidad ante todo lo que lo rodea y ocurre, al contrario que Félix y Nadja, que disfrutan de cada momento. León es de esta forma la contracara del resto de los personajes, es una joven promesa de la literatura pero es inseguro, desconfiado, odia la playa, los deportes, la actividad física, se encuentra trabado con la escritura, nada fluye para él, mientras que Félix intenta disfrutar de todo, al igual que Nadja. Félix saca fotos, arma su porfolio, mientras que la mujer trabaja en un puesto de helados en el verano antes de intentar conseguir nuevamente su título de crítica literaria. Todo entre ellos es un enredo de malinterpretaciones y confusiones. Para colmo los incendios forestales animan, justificadamente, la paranoia de León, cuestión que no parece preocuparles demasiado al resto, que vive sin problemas sus vacaciones en la casa de la playa al lado del bosque.
Paula Beer sorprende una vez más con un magnetismo extraordinario para atraer la mirada de la cámara, cuestión que juega con la falta de carácter y carisma del personaje interpretado por Thomas Schubert, estableciendo una relación de pareja despareja que funciona muy bien para la lógica de la propuesta de generar situaciones incómodas, de las que León se arrepiente al minuto de haber hecho o dicho algo, que siempre resulta lo opuesto a lo que debería haber dicho o hecho, una especie de epígono del divertido personaje maniático de George Costanza interpretado por Jason Alexander en la sitcom norteamericana Seinfeld (1989-1998).
Como en Undine y Transit, la fotografía de Hans Fromm es impecable, proporcionando imágenes desconcertantes que apuntalan las escenas o las llevan hacia el lugar desconocido al que Petzold busca conducir a sus personajes, que parecen predestinados a esas zonas peligrosas y misteriosas a las que solo David Lynch se atreve a ingresar.
Cielo Rojo es una historia de desencuentros, de amores imposibles, que retoma la veta más mágica de la obra de William Shakespeare Sueño de una Noche de Verano (A Midsummer Night’s Dream, 1595) para ofrecer un relato trágico que introduce a los personajes en un marco inusual, aquel lugar inesperado que encontraron los europeos en el agobiante verano de 2022, lleno de incendios forestales por todo el continente.