En los cincuenta años transcurridos desde la edición de In the Court of the Crimson King (1969), King Crimson, la banda liderada por el amante de la experimentación musical Robert Fripp, construyó una carrera mítica y vanguardista, deudora del free jazz, que incluyó varias etapas completamente distintas que impusieron un sello armónico, demoledor e inigualable en el entramado musical del rock.
Desde la edición del EP Vroom (1994) y el álbum Thrak (1995), que los trajeron a la Argentina en septiembre y octubre de 1994 después de la grabación del EP y antes de la del disco, Fripp solo editó dos trabajos más bajo el sello King Crimson, The Construkction of Light (2000) y The Power to Believe (2003), obras que no despertaron demasiado entusiasmo en el público de la banda, o más bien no lograron generar un nuevo acervo legendario que le agregue un nuevo componente mitológico al grupo, pero sí excelentes temas, algunos recuperados en este show. Entre ese recital y este pasaron varios proyectos paralelos como el de The League of the Crafty Guitarrists, los proyectos de música ambiental o A Scarcity of Miracles: A King Crimson ProjeKct (2011), álbum que proyecta el armazón de la banda que se presentó en Buenos Aires los pasados 8 y 9 de octubre de 2019 con Jakko Jakszyk, Mel Collins, Tony Levin, Gavin Harrison y ese Robert Fripp a la cabeza alimentando la idea de músico exigente y líder indiscutido.
La nueva gira es diametralmente opuesta al tour del cuadragésimo aniversario de la banda realizado durante 2008, gira breve que no incluyó Latinoamérica. Si en ese tour se hizo más hincapié en los temas de King Crimson a partir de la etapa de Vroom y Thrak con algunas perlas de Discipline (1981), en esta gira el interés estuvo puesto en las versiones de los temas de la primera etapa de la banda que comenzó a fines de 1968 con la sociedad entre Fripp, Peter Sinfield, Greg Lake, Ian McDonald y Michael Giles, y que finalizó con Red (1974), cuando Fripp decidió intempestiva e inexplicablemente disolver la agrupación -en un principio para siempre- en uno de sus mejores momentos compositivos. A la postre lo que terminó fue solo la primera etapa de la banda, que volvería cuando Fripp encuentre un nuevo socio en el cantante y guitarrista Adrian Belew, que había trabajado anteriormente con Frank Zappa y David Bowie.
Veinticinco largos años pasaron para que los británicos King Crimson regrese nuevamente a Argentina en el marco de su quincuagésimo aniversario para ofrecer un recital representativo de toda su ecléctica carrera. Ya sin un Adrian Belew embarcado en proyectos solistas, pero con Tony Levin en bajo y stick y coros, Mel Collins en saxo y flautas, Pat Mastelotto y Gavin Harrison en la batería, Jeremy Stacey en batería y teclados, Jakko Jakszyk en voz y guitarras y Robert Fripp en guitarra, teclado y mellotrón, la banda brindó un concierto inolvidable y perfecto bajo su filosofía de show único e irrepetible, signada por la sana obsesión de Fripp de impedir y castigar la mala costumbre del uso de celulares y equipos de grabación audiovisual durante los recitales.
El segundo concierto de King Crimson del 9 de octubre de 2019 comenzó con Hell Hounds of Krim, un tema compuesto por Gavin Harrison, Mastelotto y Bill Rieflin e interpretado en vivo desde 2014 y lanzado en el disco en vivo Radical Action to Unseat the Hold of Monkey Mind (2016). Durante la primera parte del show King Crimson también tocó Radical Action II, otro tema del mismo trabajo, ambos creados con la premisa de las tres baterías al frente generando una pared sonora de percusión sobre la que el resto de los músicos agregan texturas armónicas con la guitarra eléctrica, el bajo y el stick como instrumentos predominantes.
The Construkction of Light fue el segundo tema de la noche e introdujo el sonido de la última etapa de King Crimson en estudio, que también tuvo lugar a través de Level Five y EleKtriK, dos de los mejores temas de The Power to Believe (2003), el último álbum de estudio del grupo.
El homenaje a la primera etapa de la banda comenzó con una gran interpretación de Pictures of a City, tema de In the Wake of Poseidon (1970), el segundo álbum de estudio y tercera canción interpretada durante el concierto, que continuó con Dawn Song, la primera parte de una sección del tema Lizard (1970) del álbum homónimo, denominada The Battle of Glass Tears. A esa altura la conmoción ya había comenzado y se extendió con In the Court of the Crimson King y Moonchild, dos canciones del primer álbum, y Cat Food, del segundo. Discipline (1981), el disco que revitalizó a King Crimson y fundó las bases para el sonido que atravesaría la banda hasta la actualidad, también tuvo su lugar con Frame by Frame e Indiscipline, tema con el que terminó la primera parte del evento.
La segunda parte, tras un intervalo de veinte minutos, comenzó con Drumzilla, un tema reciente aún no lanzado en estudio e interpretado por primera vez en junio de este año durante un concierto en Leipzig, en Alemania. Discipline y Neurotica, el único tema de Beat (1982) de la noche, nos regresaron al sonido de King Crimson de la década del ochenta para que Jakko Jakszyk demuestre que su voz recorre con profesionalismo los registros de Adrian Belew, con las baterías aportando una densidad única a canciones que Fripp necesita transfigurar e innovar para no sentirse estancado en el confort nostálgico.
En el set final King Crimson desplegó una catarata demoledora de sus mejores temas de la primera época. El emotivo Island, que cierra el disco homónimo, introdujo el clímax del show para seguir con Easy Money, gran composición que abre el lado B de Larks’ Tongues in Aspic (1973), compuesto principalmente por Fripp y John Wetton, que le imprimió la energía carmesí a un set que solo podía mantener el ardor con Red (1974), tema instrumental del disco homónimo compuesto por Fripp y considerado de lo mejor del rock pesado. Starless, el tema de John Wetton dejado de lado en Starless and Bible Black (1974) e intervenido por Fripp, David Cross, Bill Bruford y Richard Palmer-James en las letras, era la única posibilidad para continuar el clima de éxtasis de un recital que se acercaba a su final. Profética y melancólica sonó Epitaph, una de las mejores canciones de la banda, con la que concluyó la segunda y última parte de la segunda presentación de King Crimson en el Luna Park; sin embargo todavía quedaba el bis, y como los primeros deben ser los últimos, el recital no podía finalizar sin 21st Century Schizoid Man, la impresionante y visionaria canción que da inicio a In the Court of the Crimson King (1969), un tema vigente y vanguardista que aún eriza los pelos.
La noche dejó un público anonadado por el protagonismo y la sincronización perfecta de las tres baterías de Pat Mastelotto, Gavin Harrison y Jeremy Stacey, la belleza de los arreglos de flauta y saxo de Mel Collins, el característico sonido del mellotrón de las imágenes oníricas de Fripp y la asombrosa delicadeza de Tony Levin para crear las bases de un recital ideal e insuflar de texturas con el bajo y el stick. Jakko Jakszyk intentó, probablemente sin éxito en una época signada por la retromanía, que nadie extrañe a Greg Lake, John Wetton, Raymond Boz Burrell, Adrian Belew y Gordon Haskett, los tres primeros ya fallecidos. Fracaso sin lugar a dudas porque la emoción de pensar en cada uno de los discos y las versiones en vivo de la época es demasiado tentadora, pero demostró también que su voz puede conjurar los registros de todos ellos recreando algunas de las mejores canciones de King Crimson con emotividad y sensibilidad.
King Crimson ofreció un show de música impecable, donde primó la minuciosidad y la obsesión por el sonido perfecto y claro, sin aditamentos, sin imágenes ni juegos de luces rimbombantes para disfrutar de la música invocando una buena mezcla de emoción nostálgica y espíritu innovador. El minimalismo de algunos temas enfrentó a la grandiosidad de otros, el folclore se encontró con la ferocidad eléctrica y las baterías sincronizadas. Algo quedó claro: el mundo aún necesita a King Crimson y a su espíritu de experimentación y todo su repertorio sigue sonando vigente. Fue intencionadamente un concierto a contrapelo de la mayoría de los espectáculos actuales… solo Fripp puede atreverse a pergeñar y llevar a cabo este desparpajo, un aporte más a su crítica incansable hacia la industria musical.
King Crimson en el Luna Park. 09-10-19.
Robert Fripp: guitarra, teclados, melotrón y arreglos.
Jakko Jakszyk: voz principal, guitarra, flauta y teclados.
Mel Collins: saxo, flauta, melotrón y voces.
Tony Levin: bajo, stick, sintetizadores y voces.
Pat Mastelotto: batería, percusión y programación.
Gavin Harrison: batería y percusión.
Jeremy Stacey: batería y teclado.
Paul Stratford: saxo, flauta y teclados.