Con Culpa Cero (2024) la reconocida actriz y realizadora argentina Valeria Bertuccelli vuelve al triple rol de directora, guionista y protagonista, en el que había incursionado con motivo de La Reina del Miedo (2018), para adentrarse en la piel de Berta Muller, una exitosa escritora de obras de autoayuda con pretensiones filosóficas que refleja muchas de las miserias de las clases privilegiadas de la zona norte del área metropolitana de Buenos Aires.
Mientras disfruta de los laureles de su última obra, un rumor en las redes sociales sobre un posible plagio interrumpe las vacaciones de la gurú de la autoayuda en la costa uruguaya, por lo que debe regresar a Buenos Aires junto a su hija, Olivia (Gaia Garibaldi), y su abogada y amiga, Carola (Cecilia Roth), para intentar limpiar su reputación y revertir las críticas que llueven sobre su imagen pública. Pero ya es muy tarde porque en las redes y los programas de televisión se regodean con sus alevosos plagios, y para colmo le revela a la editorial que ella no es la verdadera autora de las obras, dado que su ayudante, Marta (Justina Bustos), en es realidad su escritora fantasma.
La película desarrolla exageradamente en clave tragicómica la dinámica tóxica de estas tres mujeres en una interdependencia que las disminuye y de la que no pueden vislumbrar cómo escapar. Berta está construida como un personaje que no sabe hacer nada, a tal nivel que ni siquiera entiende cómo llegan las capsulas de café a su casa ni se da cuenta de si su cafetera está conectada. La mujer se encuentra tan alejada de la realidad que no sabe siquiera cuándo es el cumpleaños de su hija ni le compra los regalos. Pero en contraposición a esta incapacidad ha desarrollado una habilidad muy aceitada en las relaciones interpersonales, que le sirven para manipular y disminuir al prójimo para obtener lo que quiere, compensando de esta manera su ineptitud para todas las cuestiones operativas de la vida cotidiana e incluso su labor profesional.
El guión de Bertuccelli junto a Malena Pichot y Mora Elizalde, quien también participó en la dirección junto a la protagonista, carece completamente de imaginación y esto es algo llamativamente interesante para la propuesta, porque se burla quirúrgicamente de un sector muy específico de las clases altas argentinas, exponiendo toda la dimensión de su mitomanía, sus delirios de superioridad y su desprecio por las personas que no participan de su entorno privilegiado como si las conocieran, imitándolas con un gran nivel de detalle. A nivel dramático, los personajes interpretados por Bertuccelli y Roth se retroalimentan en su concomitancia ideológica mientras que el personaje compuesto por Justina Bustos funciona como un contrapunto del eje de clase alta de las dos primeras. Marta viene del interior, con su tonada cordobesa disimulada que aflora cuando bebe alcohol, mientras que Bertuccelli es un personaje típico del barrio de Recoleta y Carola de Vicente López, conformando tres estereotipos muy marcados de la vida porteña, el inmigrante del interior que busca integrarse y destacarse en la gran urbe, el porteño de Recoleta que no sabe hacer nada pero que de alguna manera obtiene un reconocimiento que no merece y el abogado de zona norte de Buenos Aires con su casa en la costa uruguaya, sus contactos y sus clientes conflictivos de clase alta.
Entre Berta y Marta hay una simbiosis completamente tóxica. Berta depende completamente de su asistente para todo y la joven Marta busca su reconocimiento, e incluso su amor, y siente culpa porque cree que es la culpable de toda la desgracia de su empleadora, dado que ha revelado en estado de ebriedad que Berta ya no escribe nada. Ante la desidia de su jefa de leer incluso lo que se publica a su nombre, Marta ha comenzado a plagiar frases famosas atribuidas a las enseñanzas de la filosofía oriental budista, a Gandhi y hasta a filósofos de la Roma Antigua como Séneca, entre otros, lo que desencadena el conflicto que lleva a Berta a enfrentar el desprestigio y a Marta la ira de su jefa. En este cariz, Bertuccelli y Elizalde exhiben el desprecio de las clases altas por la cultura y la historia, haciendo alarde de sus carencias como si fueran inherentes a una supuesta superioridad, que consta tan solo de una capacidad para convencer a otros de que ocupan un lugar imprescindible en la escala social cuando son en realidad parásitos de los verdaderos productores. Cecilia Roth logra el personaje más acabado y mejor compuesto, opacando por momentos a sus colegas, especialmente a Bustos, que nunca logra completamente la coherencia de un personaje muy complejo que termina solo funcionando para apuntalar la soberbia autoindulgente de Berta y Carola.
Las tres mujeres son personajes tan patéticos como reales, incapaces de ver ninguno de sus problemas, incluso tornándose hostiles ante el rechazo y la confrontación, producto de las medidas preventivas de control de daños de la editorial. Una de las cuestiones más llamativas del film es la carencia de personajes masculinos en la trama, reducidos a meros secundarios instrumentales. Martín Garabal, el que más aparece, tiene algunas escenas como el editor general de la editorial que publica a Berta, mientras que Fabián Arenillas se da cita al comienzo y en el final como un entrevistador televisivo y hay un par de secuencias de un masajista que le ofrece servicios sexuales a la mujer, pero los personajes secundarios compuestos por Mara Bestelli y Fabiana Cantilo tienen más fuerza y protagonismo que cualquiera de los masculinos. Esta particularidad tiene la función de enfatizar la adaptación y la asimilación de estas mujeres con respecto a las miserias masculinas, dado que son manipuladoras, insensibles, ignorantes, soberbias y se sienten más allá de cualquier escrutinio.
El guión tiene varios logros, el primero es la construcción de la empatía con estos personajes despreciables de la fauna porteña que ejercen una enorme violencia sobre su entorno y sobre toda la sociedad sin darse siquiera cuenta ni sentir la más mínima culpa por sus ominosas acciones. El segundo es la revelación de la disolución del concepto cristiano de culpa en las clases dominantes, reemplazado por una sensación general de superioridad, una falta de empatía hacia el prójimo y un odio latente -sin un destinatario específico- siempre listo para aflorar como mecanismo de defensa ante la más mínima confrontación. Otro de los logros es la combinación de todos los conflictos que experimentan los personajes desde una mirada simétrica y reflexiva. En este sentido la situación del poder no es solo abordada desde la persona que lo ejerce, sino que se analiza cómo la víctima empodera al que tiene el poder y abraza dicha situación buscando obtener un beneficio de la desigualdad. Tampoco la maternidad es solo vista desde la relación de la madre con la hija, sino que la hija también ofrece todo el tiempo su devolución ante la crianza. También hay situaciones que exponen los nuevos consumos de estas clases altas, que recorriendo locales de antigüedades terminan seleccionando artículos que denotan los cambios en la construcción de la superioridad y el gusto confirmando el alejamiento de las clases altas de los valores aristocráticos que pregonaban sus antecesores como argumentos de la pretendida superioridad, hoy comprando objetos arbitrariamente caros que en realidad no tienen valor alguno fuera de la esfera simbólica, poniendo así de manifiesto lo absurdo del valor de los objetos suntuarios en el presente. De esta forma el film no cae en la burla sardónica de los comportamientos de las clases dominantes argentinas sino que trata de comprenderlas y analizar sus mecanismos de asimilación de la realidad.
Culpa Cero es una película que por momentos parece trabajar sobre la exageración para crear escenas cómicas, pero en realidad tan solo describe situaciones y discursos cotidianos de las clases altas de los barrios más privilegiados de Buenos Aires, ofreciendo una elaboración tragicómica sobre una crisis que la protagonista transforma instintivamente en una oportunidad de reencontrarse con su sensibilidad más despiadada, lo que obviamente la hace empatizar con todas las personas que buscan una revalidación de su carencia de culpa ante su comportamiento decadente.
Culpa Cero (Argentina, 2024)
Dirección: Valeria Bertuccelli y Mora Elizalde. Guión: Valeria Bertuccelli, Mora Elizalde y Malena Pichot. Elenco: Valeria Bertuccelli, Cecilia Roth, Justina Bustos, Gaia Garibaldi, Martín Garabal, Fabiana Cantilo, Mara Bestelli, Mey Scapola, Fabián Arenillas. Producción: Maximiliano Lasansky, Pablo Bossi, Cabe Bossi y Pol Bossi. Duración: 106 minutos.