McQuade, el Lobo Solitario (Lone Wolf McQuade)

Una vincha y una barba tupida

Por Emiliano Fernández

En la figura del hilarante Chuck Norris conviven diferentes facetas que se superponen, en especial su condición de primer especialista estadounidense en artes marciales en ganar notoriedad mundial (en el contexto del bruceploitation posterior al fallecimiento en 1973 de Bruce Lee, amigo y colega), su estampa como símbolo ineludible de la súper acción Clase B de la Cannon Films de los primos israelíes Menahem Golan y Yoram Globus (de hecho, sus mayores éxitos económicos fueron con la compañía y se concentraron a mediados de la década del 80), el carácter derechoso de su persona a nivel político aunque siempre desde una marginalidad patética (además de ataques a Barack Obama y elogios al excrementicio Ronald Reagan, se la pasó alabando/ apoyando a candidatos presidenciales republicanos que ni siquiera consiguieron pasar las primarias), esa impronta eminentemente autoparódica que lo condujo a protagonizar los célebres “Chuck Norris facts” (hablamos de memes de Internet o chistes cortos sobre las exageraciones o dejo sobrehumano que se desprenden de sus atributos en pantalla), su siempre lastimosa capacidad actoral (el señor, efectivamente, es uno de los peores actores de aquella camada de estrellas de acción de los años 80), una personalidad escénica -en relación al punto anterior- homologada a una hipotética versión de segunda mano de Clint Eastwood o Sylvester Stallone (siempre pretendiendo recuperar algo de la tranquilidad del primero y de las carnicerías con esteroides del segundo, sin lograr más que risas involuntarias en el proceso) y finalmente su vinculación ideológica al jingoísmo, el racismo y la xenofobia de Estados Unidos desde una constante hipérbole que tiende a hacerle más daño que favores a la “causa” de la derecha vernácula (en este caso el asunto tiene que ver con los films más trash rodados para la Cannon, esos que encontraron su nicho en el mercado internacional llevando hacia el extremo las pavadas fascistoides de tantos blockbusters enmarcados en el chauvinismo de yanquilandia de la época y más allá).

 

Luego de la legendaria The Way of the Dragon (1972), única película completada en vida por Bruce Lee en calidad de director, Norris comienza la construcción de su persona como sinónimo del norteamericano que hace del kung fu su razón de ser, seguidilla que incluye las horrendas pero divertidas Breaker! Breaker! (1977), de Don Hulette, Good Guys Wear Black (1978), de Ted Post, A Force of One (1979), de Paul Aaron, The Octagon (1980), de Eric Karson, An Eye for an Eye (1981), de Steve Carver, y Forced Vengeance (1982), de James Fargo. Eventualmente el señor trata de ampliar su registro obviando a los ninjas y coqueteando con el terror y la ciencia ficción en Silent Rage (1982), de Michael Miller, el neo western y el policial negro en Lone Wolf McQuade (1983), otra de Carver, el thriller en Code of Silence (1985), de Andrew Davis, y la comedia y las aventuras folletinescas en Firewalker (1986), de J. Lee Thompson, mientras alcanzaba el estrellato gracias a Cannon y la famosa e inmunda saga del Coronel Braddock, aquella demencial de Missing in Action (1984), de Joseph Zito, Missing in Action 2: The Beginning (1985), precuela de Lance Hool, y Braddock: Missing in Action III (1988), continuación propiamente dicha del opus original a cargo de su hermano menor, Aaron Norris, amén de chatarra adicional como esas Invasion U.S.A. (1985), de Zito, y The Delta Force (1986), obra de Golan coprotagonizada por el gran Lee Marvin en lo que sería su última actuación. La decadencia se aceleró con el cambio de época y el cansancio de las fórmulas narrativas debido a las conservadoras Hero and the Terror (1988), de William Tannen, y Delta Force 2: The Colombian Connection (1990) más The Hitman (1991), ambas de Aaron, en esencia dejando espacio para probar suerte en la comedia familiar/ infantil y la autoparodia del cine de acción de Sidekicks (1992) y Top Dog (1995), el horror satanista de Hellbound (1994) y las aventuras de base ecologista de Forest Warrior (1996), todas epopeyas asimismo dirigidas por el hermanito.

 

Sin olvidarnos del insólito bodrio cristiano Bells of Innocence (2003), de Alin Bijan, y el intento tardío de regreso a través de The Cutter (2005), de Bill Tannen, y The Expendables 2 (2012), de Simon West, lo mejor del extenso derrotero profesional de Norris se condice con apenas tres películas, The Way of the Dragon, un convite ajeno porque la estrella era Lee a pesar de que ambos comparten una estupenda pelea final en el Coliseo Romano, Lone Wolf McQuade, conocida en los países hispanoparlantes como McQuade, el Lobo Solitario, y Code of Silence, un trabajo digno que es lo más cerca ofrecido por el actor a una obra realista o cruda. Ahora bien, como la primera y la tercera no son del todo representativas del sustrato esperpéntico de Norris resulta evidente que Lone Wolf McQuade califica como lo mejorcito de Chuck, una faena que pretende recuperar de manera explícita los spaghetti westerns de Sergio Leone y por ello anticipa una tendencia en el cine de la estrella Clase B que se volvería más y más burda con el transcurso de los años, recordemos para el caso que Missing in Action fue un rip-off de Rambo: First Blood Part II (1985), film con una larga pre-producción de George P. Cosmatos, Firewalker de Indiana Jones and the Temple of Doom (1984), de Steven Spielberg, y Romancing the Stone (1984), de Robert Zemeckis, The Delta Force de The Dirty Dozen (1967), de Robert Aldrich, Sidekicks de The Karate Kid (1984), de John G. Avildsen, y Top Dog de K-9 (1989), de Rod Daniel, entre otras. Aquí compone a Jim “J.J.” McQuade, un Texas Ranger y ex marine que debe unir fuerzas con su amigo y colega veterano, Dakota Brown (L.Q. Jones), su nuevo compañero de linaje mexicano, Arcadio “Kayo” Ramos (Robert Beltrán), y un agente negro del FBI del montón, Marcus Jackson (León Isaac Kennedy), para destruir las operaciones de un traficante de armas sádico y experto en artes marciales como él, Rawley Wilkes (David Carradine), que compite contra otro dealer, el enano en silla de ruedas Emilio Falcón (Daniel Frishman).

 

Con un soundtrack de Francesco De Masi que reproduce sin sutileza alguna los trabajos de Ennio Morricone para Leone y con una variación de la fórmula patentada por Dirty Harry (1971), de Don Siegel, en torno a villanos histéricos/ chiflados/ caricaturescos y estos “lobos solitarios” de la ley que los acechan sin verdadero apoyo institucional, ninguneo hoy de parte del Capitán T. Tyler (R.G. Armstrong), la película en su primera mitad está más cerca del film noir que de la gesta descerebrada promedio por venir y en general ventila tanto los primeros indicios de la fascinación ochentosa con las ametralladoras, las granadas de mano y las bazucas como un surtido de características que serían fundamentales en lo inmediato, sobre todo un ritmo narrativo frenético y circense, aquellas one-liners bastante estúpidas, una colocación grosera de productos como Coca Cola o la cerveza Pearl y esa mitologización hueca del protagonista símil máquina de matar delincuentes, terroristas y criaturas semejantes, todo entre muchas secuencias de acción muy bien logradas y una generosa tanda de situaciones absurdas (no tantas como en el período con Cannon, desde ya). Otro rasgo muy recordado del film que sería influyente a futuro es la acumulación de desgracias o excusas para justificar la campaña de asesinatos contra Rawley y su ejército privado, en este sentido pensemos que a la hija mayorcita, Sally (Dana Kimmell), la tiran por un barranco, la secuestran y la golpean, además a nuestro ranger le matan al cofrade de toda la vida, Brown, a su mascota, un lobo que vive con él en medio del desierto, a un “testigo estrella” contra Wilkes, Snow (William Sanderson), y a su hermosa novia latina e incluso socia/ amante del villano, Lola Richardson (Bárbara Carrera). Asignando un interés romántico de casi la misma edad y una hija púber que subraya la “experiencia” acumulada por el adalid de la justica, planteo curioso para el Hollywood de los 80 y 90, la propuesta de todos modos cae en ridiculeces como primero el comportamiento del compañero de ascendencia azteca, un Ramos que se mueve entre la inutilidad y la cobardía tácita porque no hace demasiado cuando matan al testigo o entierran a McQuade, con camioneta y todo, luego de recibir un disparo en un brazo, y segundo un desenlace estrambótico de la mano del choque entre la pala mecánica de J.J. y el tanque de ese Rawley del querido Carradine, quien justo luego protagoniza un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el héroe que pone de manifiesto el talento de ambos intérpretes para las artes marciales. Carver, que venía de An Eye for an Eye pero también de colaborar con Dino De Laurentiis en Drum (1976), secuela de la mucho mejor Mandingo (1975), de Richard Fleischer, y con Roger Corman en The Arena (1974), Big Bad Mama (1974), Capone (1975) y Fast Charlie, the Moonbeam Rider (1979), aquí de hecho entrega su última obra memorable ya que su producción artística posterior no pasa de lo descartable y porque Lone Wolf McQuade no sólo es una de las más divertidas interpretaciones estadounidenses del spaghetti western, formato que los yanquis en general se lo tomaron muy en serio reconvirtiéndolo en el western crepuscular, sino que asimismo liberó a Chuck del cliché del kung fu, encasillamiento industrial de por medio, trajo a colación sus dos marcas registradas a nivel de la apariencia, la vincha y la barba tupida, e inspiró todos los latiguillos identitarios de Walker, Texas Ranger (1993-2001), la exitosa, moralista y extremadamente payasesca serie de televisión con Norris creada por Albert S. Ruddy, Leslie Greif, Christopher Canaan y Paul Haggis para la cadena CBS…

 

McQuade, el Lobo Solitario (Lone Wolf McQuade, Estados Unidos, 1983)

Dirección: Steve Carver. Guión: B.J. Nelson. Elenco: Chuck Norris, David Carradine, Bárbara Carrera, León Isaac Kennedy, L.Q. Jones, Robert Beltrán, Dana Kimmell, Daniel Frishman, William Sanderson, R.G. Armstrong. Producción: Steve Carver, Yoram Ben-Ami y Richard M. Greenberg. Duración: 107 minutos.

Puntaje: 6