El segundo largometraje del realizador estadounidense Alexander Payne, luego de su ópera prima Citizen Ruth (1996), contiene cuotas del humanismo de los films de Peter Weir en la construcción de sus personajes, pero también altas dosis de sátira descarnada al estilo de Todd Solondz. No es casualidad que tanto Election (1999) como Happiness (1998) y Storytelling (2001), del mencionado Solondz, o Breakfast of Champions (1999), de Alan Rudolf, basada en la novela homónima de 1973 de Kurt Vonnegut, o Rushmore (1998), de Wes Anderson, todas sátiras sobre el comportamiento humano y la soledad, hayan sido realizadas en el transcurso de los tres años que marcan el fin del Siglo XX y el comienzo del XXI, una época de transición en todo sentido hacia una nueva era que aún estaba naciendo, con cambios que comenzarían a hacer que la tecnología influya de manera insoslayable en el comportamiento social.
Para refugiarse de esta nueva forma de relacionarnos, signada por una tecnología que para el cine aún parecía lejana y más relacionada con la ciencia ficción, nada mejor que la sátira como expresión de todas las frustraciones, incomprensiones e incapacidades del ser humano para entablar una relación próspera y cooperativa con otras personas. Para ello Payne adapta junto a Jim Taylor la novela homónima de 1998 del escritor norteamericano Tom Perrotta, película que fue filmada antes incluso de la publicación, durante 1997, aunque no estrenada hasta después del lanzamiento del libro, el cual tuvo una buena recepción por parte de la crítica literaria y un moderado éxito de ventas que posicionó a Perrotta como un joven escritor con un gran potencial.
Al igual que la novela, la película presenta un caleidoscopio de personajes que giran alrededor de la rivalidad de Jim McAllister (Matthew Broderick), un profesor de historia y educación cívica del colegio secundario George Washington Carver de Omaha, en el Estado de Nebraska, en el corazón de los Estados Unidos, y una estudiante del último año de la misma institución educativa, Tracy Flick (Reese Witherspoon), ambiciosa adolescente que se presenta sin oponentes para el cargo de presidente del centro de estudiantes. Esta situación es el disparador de una serie de acciones que convierten la contienda electoral en una batalla sin ningún sentido entre ambos protagonistas. Flick es una chica proactiva con un gran potencial, hija de una madre soltera que ha logrado abrirse camino en un ambiente patriarcal e intenta inculcarle a su hija que el esfuerzo y la perseverancia son sus únicas armas en un mundo que no quiere ver a las mujeres triunfar e independizarse. McAllister, por su parte, es un educador dedicado, con una clara vocación por la docencia, querido por los alumnos y atrapado en un matrimonio gris sin hijos. Como consejero del cuerpo docente, McAllister previene que si Flick se convierte en presidente del centro de estudiantes deberá pasar mucho tiempo con ella, lo cual lo pone a la defensiva y lo induce a buscar una alternativa, debido a que su único amigo y colega, Dave (Mark Harelik), ha sido expulsado de la institución y abandonado por su esposa, Linda (Delaney Driscoll), por enredarse en una relación amorosa con Flick. Su encono hacia Flick lo induce a incentivar a Paul Metzler (Chris Klein), un popular jugador de futbol americano que se ha quebrado la pierna en sus últimas vacaciones esquiando, hijo de un prominente empresario local, a presentarse como candidato para competir contra Flick. Pero el plan de McAllister de conseguir un contrincante digno para derrotar a la muchacha tiene sus contratiempos y estimula que la hermana adoptada y lesbiana de Paul, Tammy (Jessica Campbell), se presente como candidata para hacer enojar a la novia y directora de la campaña de Paul, Michelle (Amy Falcone), de la que ella está enamorada y con la que hasta hace poco estaba descubriendo su inclinación sexual.
Toda esta comedia de enredos, narrada con voz en off por los propios personajes, expone la imposibilidad de los seres humanos de entablar una relación en todo sentido. El recurso de la voz en off exterioriza los pensamientos de cada uno de los protagonistas, sus ambiciones y anhelos, en definitiva, lo que piensan de las intenciones y acciones de los otros. Con este dispositivo la obra ofrece la visión de unos personajes que malinterpretan todo lo que hace el resto que los rodea, por lo que cada uno actúa en base a presupuestos falsos creyendo que el otro actúa con intenciones que ni siquiera ha imaginado. McAllister ha desarrollado un encono personal contra Flick, en la que deposita gran parte de sus frustraciones, imaginando en su desquicio que impidiendo la elección de Flick como presidenta logrará salvar al mundo de una potencial dictadora cruel. Contrastando con esta interpretación distorsionada, la chica en cuestión solo busca destacarse para conseguir una beca y tener mejores chances de entrar en una mejor universidad a la vez que intenta desarrollar su potencial y luchar por un lugar en el mundo, enfrentándose a su nuevo e inesperado contrincante y némesis que representa todo lo que le han enseñado a odiar, encarnado en Paul, un adolescente que parece tener el mundo servido en bandeja de plata, que no ha tenido que luchar por nada en la vida y que encima es una buena persona sin malas intenciones, que solo quiere lo mejor para los demás y sin que se lo proponga todo le sale bien y todos lo ayudan. La rivalidad con un profesor con el que solo quería trabajar en armonía genera que la ansiedad, el egoísmo y un espíritu competitivo estresante salgan a la luz ante la posibilidad de perder una elección que parecía ganada.
La perspectiva masculina de Election no podría ser peor. McAllister pasa de ser un buen docente que quiere ayudar a sus alumnos a convertirse en un pobre tipo obsesionado con la ex esposa de su mejor amigo y con Tracy Flick, harto de su vida fuera de la escuela y enlazado a una lucha sin cuartel contra la púber, mientras que Paul es un joven inocente que no se da cuenta de nada, destinado al éxito solo por ser el hijo deportista de un empresario. Dave, el amigo de Jim, enamorado de Flick, es un infeliz que seduce a una menor de edad para escapar de su insatisfactoria vida marital, padre con un hijo recién nacido, y de su fracaso como aspirante a escritor, comportándose como un adolescente enamorado que no parece tener conciencia de las consecuencias de sus actos ni de la diferencia de edad ni del dolor que puede llegar a causar en su matrimonio. Para darle el toque final a una serie de personajes masculinos impresentables, el director del colegio, Walt (Phil Reeves), y el vicedirector, Ron (Matt Malloy), son dos seres patéticos que no saben lidiar con ninguna situación conflictiva. Y hasta el hombre de la limpieza (Loren Nelson), que aparece tan solo en el comienzo y en el final, demuestra un nivel de deseo de venganza absurdo típico de las instituciones de disciplinamiento que generan sus propias reglas de convivencia no explícitas.
Election posee un guión perfecto con diálogos muy inteligentes, una gran adaptación de Payne y Jim Taylor de la obra de Tom Perrotta, que ofrece un análisis muy acabado de todos los grandes problemas de la cultura actual, con adultos que se miran el ombligo, incapaces de reconocer y abordar sus propios dilemas, canalizando el malestar de su frustración ante la vida en algún sujeto en el que depositan todo su desprecio, por ello encaran el ataque a esa persona como una misión vital que se convierte en el único fin de una existencia llena de fracasos y arrepentimientos. Del otro lado hay manipulación por parte de una juventud que ha cortado sus lazos con la generación de sus padres, que suelen vivir añorando más el pasado que viviendo el presente, mientras sus hijos viven prefigurando un futuro que sus progenitores no pueden siquiera vislumbrar.
A ello se le suman enormes actuaciones, destacándose la interpretación de una Reese Witherspoon que se consagra como una gran actriz, promesa en ascenso que demuestra todo su potencial bajo la lente de James Glennon como director de fotografía, quien a su vez brillaría unos años más tarde en el rubro con Deadwood (2004-2006) y Carnivàle (2003-2005), dos grandes series de principios de este siglo, y luego de Election trabajaría con Payne en su siguiente aventura, About Schmidt (2002), el film protagonizado por Jack Nicholson.
Election no es una comedia dramática hilarante para reírse porque sí, sino una que busca hacer pensar, reflexionar sobre el comportamiento humano para ser más conscientes de los defectos propios y de los que nos rodean. Payne también construye aquí una fabula sobre la soledad, sobre el aislamiento personal, incluso rodeado de seres queridos, la soledad en la pareja, en la familia, en el colegio, distintos tipos de soledad, la de Tammy mirando un partido de fútbol femenino de las estudiantes de la escuela de monjas, añorando entrar a ese colegio y poder ser ella misma. El realizador de Nebraska (2013) no se pone del lado de nadie, como en prácticamente todos sus films, simplemente satiriza a todos, humanizándolos, comprendiéndolos, mirando sus defectos con cariño y bastante risa, pero intentando enfocarse en la superación, ofreciendo así un retrato agrio de la sociedad en la que vivimos y de lo patéticos que somos, algo que realmente se pone de manifiesto en el exquisito final.
La Elección (Election, Estados Unidos, 1999)
Dirección: Alexander Payne. Guión: Alexander Payne y Jim Taylor. Elenco: Matthew Broderick, Reese Witherspoon, Loren Nelson, Chris Klein, Phil Reeves, Emily Martin, Jonathan Marion, Amy Falcone, Matt Malloy, Delaney Driscoll. Producción: Albert Berger, David Gale, Keith Samples y Ron Yerxa. Duración: 103 minutos.