Silverio es el seudónimo de Julián Lede. Si hubiese pronosticado que estaría en el lugar en que se encuentra el día de hoy, ni él lo hubiera creído. Allá lejos y hace tiempo integró el trío electrónico Titán, banda mexicana que supo coquetear con el sello con más onda de los años 90 allá en su país, Grand Royal. Así y todo, el tiempo pasó y Julián se ha transformado en un gran showman: descontrolado, verborrágico, provocador nato, adrenalínico y siempre con un estilo al borde del brote psicótico arriba del escenario, lo cual es la receta perfecta para que quiénes están debajo del mismo se pongan en contacto con alguna institución psiquiátrica o llamen a la policía en el peor de los casos. En esta entrevista previa a su show en Argentina en Palermo Club donde repasará toda su discografía, Julián Lede comenta un poco sus orígenes y lo interesante de la propuesta de Silverio, centrada en un electro-pop con elementos de la cultura popular mexicana.
¿Cómo nació el hermoso engendro de Silverio?
Se manifestó así solo, no planifiqué nada. Las primeras veces que me subí al escenario llevaba instrumentos para tocar y pensé que se iba a dar de otra manera, aunque me salió así, lo que es ahora. La forma no era intentar “algo”. Todo se dio en el escenario. Volverlo más rígido no era una opción, la cosa era más bien dejarse llevar.
Nuevos Ricos es un sello que te ayudó mucho al principio de tu carrera y lo compartías con Dick, el Demasiado al mismo tiempo. Tu primer recital en Buenos Aires fue con él, ¿qué recordás de los primeros conciertos?
Mi primer concierto en Buenos Aires fue hace varios años con él en una galería llamada Apetite (ya no existe más). La segunda vez fue en la Fundación Telefónica y fue medio extraño. Esta es la cuarta vez en Argentina y estoy con muchas ganas de tocar.
¿Cómo manejás la presión de tocar en tantos festivales (Vive Latino, Ruido Fest de Chicago, etc.)? Este viernes es una fecha algo polémica, vas a presentarte junto a Kumbia Queers, una banda con una propuesta muy distinta a la tuya.
A mí no me molesta tocar en algún lugar, no tiendo a decir que no. Siempre es especial, la verdad que no sé ni cuándo o cómo voy a hacer… ¡voy por todo! Los festivales me aburren bastante, no son mi sitio favorito para tocar y se forman situaciones peculiares. Algunas veces dices que este show es una mierda y luego me pongo en modo “hay que hacerlo”. Y justamente ahí se da. Lo que va a pasar puede ser muy loco, a la mitad de la gente puede no gustarle o por ahí se relacionan: es por eso que pienso que la mitad del show lo hace el público, yo estoy solamente para prender la mecha. Si al público le gusta puede llegar a desmadrarse todo, pero está bien.
El rock está en una zona de confort. Esto es algo que has mencionado en otras entrevistas. ¿Pensás que eso puede cambiar?
Pues… hace poco toqué en Colombia, un show para toda la familia. En el festival Centro vi niños y gente mayor. No era exactamente mi zona de confort. O sea, realmente me gusta la primera vez, porque me gusta a la gente agarrarla de sorpresa, aquí ahora voy por mi cuarta visita, ya hay una referencia, no está mal pero no es mi situación favorita. Mi situación favorita es ver gente que no sabe quién soy. Esos momentos me llevan al “jaloneo”, que es un instante que disfruto bastante. En México me pasa mucho más ya que voy mucho a provincias. Entonces nunca se sabe lo que va a pasar ahí, algunas veces esos lugares son bastante conservadores.
¿El público es muy conservador en el DF?
Todo el país es muy conservador y me llama la atención, no lo puedo creer hasta hoy en día. Mucha gente me ve y no lo pueden creer y eso que ya hace rato que vengo tocando. Situaciones en las que la gente se pregunta… ¿qué está pasando?